REVISTA COMFENALCO No. 42

Cortesía Tico Angulo

La guía nos dejó solos y escogimos un lugar donde sentarnos en el césped. Hicimos una especie de picnic sin el mantel. Hablamos de la vida, a veces de nada serio, pero hablamos. Reconocimos el trabajo de quienes cuidan el Jardín; es un lugar que necesita de nuestra visita frecuente; juntos aportamos a que permanezca vivo y protegido. Hoy tiene un herbario, atiende reuniones y eventos, una capilla de oración, es escenario para inspirar a pintores, escritores e incluso a quienes piensan que no tienen talentos. Salimos recargados. Las reglas son claras: no asustes a los animales, no dañes a las plantas, ni arrojes basura. Las recompensas son muchas:

Lograrás conocer más de la naturaleza colombiana y podrás retratarla con tu cámara para compartirla en tus redes; respirarás aire puro mientras estés ahí y podrás abrazar un árbol, como me dijo una amiga que hizo cuando fue; te desconectarás si lo deseas, porque tienes señal de los operadores de telefonía e internet, pero será tu decisión. Está ubicado a 30 minutos de Cartagena, en territorio de Turbaco.

Todas las ciudades deberían tener su propio Jardín Botánico, para que los ciudadanos podamos compartir con amigos o familiares, para recordar que estamos vivos y que no somos dueños de la tierra, sino parte de ella. Volveré. Ve también tú.

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