360 UDEM No.2- Tenemos que hablar de tu abuso de whatsapp

no en toda la población interesada en cursar estudios superiores. ¿Por qué? La matrícula universitaria –pública y privada– en nuestro país y en el resto del mundo ha sufrido una desaceleración palpable en los últimos años. Los pa- dres de familia, pero en mayor medida los propios estudiantes, se la piensan bien antes de dar ese paso que los atará, entre tres y cinco años, a un horario lleno de deberes y exigencias. Además, es una deci- sión costosa, y en un entorno poco alentador donde la tecnología y la automatización de procesos cada vez le gana más empleos al ser humano conforme avanza el siglo XXI. Las carreras tradicionales van a la baja porque el mercado demanda competencias y habilidades líqui- das que instituciones sólidas y ortodoxas, por más prestigio que las preceda, parecen no terminar de brindar. Por otro lado, individuos hiperconectados y dispersos buscan en la educación una réplica de la so- ciedad de consumo que los ha condicionado. Es decir: educación a la medida, como yo la quiero, a la hora que la necesito y de bajo costo, como si fuera una serie o un portal de artículos en remate.

¿Y por qué lo hizo? Simple: encontró “un canal de- dicado exclusivamente para COMIPEMS en el que se abarcaba todo y se explicaban muy bien los temas y, sobre todo, de manera gratuita”. Y sí: “gratis” es una palabra muy poderosa cuando de tomar decisiones académicas se trata, ya que las universidades –obviamente más las privadas que las públicas– requieren de una fuerte inversión económica que va desde las colegiaturas, transporte, alimentación, hasta la compra de materiales escolares. La inversión educativa, como la vieron nuestros abuelos y padres en las décadas de los 50, 60 y 70, que prometía el éxito a través de un grado académico de prestigio para ser doctor, ingeniero, abogado o cualquier otra carrera, ha dejado de rendir los frutos esperados. Aparentemente. EXPECTATIVA VS. REALIDAD Tener un título “para ser alguien en la vida” sigue te- niendo un peso social y familiar, pero la forma de ob- tenerlo ha cambiado significativamente y es posible que se transforme aún más. La expectativa sobre los estudios no es la misma: si bien antes el título univer- sitario significaba una meta en sí mismo (un boleto de seguridad) para obtener un trabajo bien remunerado que desembocaría en una vida balanceada, económi- camente estable y plena, esto ya no es así. Al menos

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