El IICA ante covid-19 (Agosto)

Blog Sembrando hoy la Agricultura del futuro

demanda que se aceleró por el temor de la población al inicio de la emergencia” (Ibid.). Según la Organización Interna- cional del Trabajo (OIT) más de 123 millones de personas viven en zonas ru- rales en América Latina y el Caribe, y en medio del Coronavirus, han generado la oferta alimentaria para una población de 500 millones ubicados en las zonas urbana de la región (Statista 2020). Sin embargo, este inmenso aporte no ha re- cibido el suficiente reconocimiento y menos aún, el apoyo necesario por par- te de los diferentes gobiernos (País, El 2020). En toda la región, el campo enfren- tó el reto de la seguridad alimentaria de poblaciones urbanas confinadas, y cuyas condiciones de vida se han visto limita- das por las pérdidas de empleo e ingre- sos. A pesar de esta oportuna contribu- ción, se ha evidenciado la persistencia de la brecha rural-urbana, pero más im- portante aún, el inmenso potencial que tiene el campo para la reactivación de las economías. Es por ello por lo que el reposicionamiento de la producción de los pequeños productores rurales debe ser prioritario en las políticas públicas de todos los gobiernos. MUJER RURAL: SU CONTRI- BUCIÓN EN LA PANDEMIA La mujer rural entra a la pandemia en serias condiciones de vulnerabilidad que se agudizan con el avance del Covid-19: poca oferta de capacitación, menor ac- ceso a la tierra, estrechez económica (RIMISP 2020b). Al ser históricamente responsables por el cuidado de su fami- lia, y con frecuencia de su comunidad, se enfrentan a inmensas demandas con limitaciones que hoy dificultan aún más sus labores. Deben responder por dos re- tos adicionales: • el cuidado de los enfermos que crece día a día y • mayor tiempo dedicado a atender la educación de sus hijos en el hogar porque han dejado de asistir a la es- cuela; además, esta última tarea con serias limitaciones de conectividad o carencia de celulares inteligentes. A esto se suman frenos en su activi- dad productiva: temor de salir a cose-

char, poco acceso al agua y a herramien- tas tecnológicas, dificultad para vender sus productos, parálisis de actividades de turismo y de servicios en pequeñas veredas y pueblos donde participan. En el caso específico de El Salvador, aun - que se repite en muchos otros países, el 82.42% de las mujeres ocupadas reali- zan su trabajo en esos sectores, lo que se traduce en disminución de sus ingresos (Ibid.). Como la pandemia “está llegando al campo o llegará, las dificultades son diferentes a los [problemas] de haci- namiento en zonas urbanas” (UNDP 2020). En zonas rurales de Colombia una de las principales actividades que realizan muchas mujeres para apoyar mecanismos de protección de sus áreas para evitar el contagio de zonas urbanas aledañas es la Organización Social (FIP 2020) y esta actividad se está viendo de la misma manera en otros países. Ante la carencia de acción estatal y frente al avance de la pandemia, son ellas, más sensibles a los problemas de salud que los hombres, quienes han tomado este tipo de valiosas iniciativas. Al haberse visibilizado la importan- cia de lo que ya no se denomina trabajo doméstico sino como la economía del cuidado no remunerado (Carrasco et al. 2011), se abre a la mujer rural la posibi- lidad de ser reconocida como un actor invaluable en medio de esta crisis. A pe- sar de las dificultades para realizar sus actividades productivas, las mujeres ru- rales forman parte de los productores del campo que alimentan a los habitantes de las ciudades latinoamericanas. PEQUEÑO PRODUCTOR RU- RAL: SU CONTRIBUCIÓN EN LA PANDEMIA. Hasta ahora, el Covid-19 se ha identi- ficado como fundamentalmente urbano, pero sorprendentemente, la dinámica de la pequeña agricultura captó el momento y la gran necesidad y se movilizó para garantizar la oferta de alimentos pere- cederos a las urbes latinoamericanas. El surgimiento de circuitos cortos al- ternativos de comercialización que han establecido vínculos entre consumidores y productores son eficientes, pero sobre

todo una creativa respuesta y un inva- luable aporte del campo a las ciudades. Ejemplos claros de la existencia de es- tos mecanismos de comercialización de productos agropecuarios se han identifi - cado en Ecuador, Bolivia, y Chile (RI- MISP 2020a). VER TAMBIÉN Circuitos cortos y mercados itineran- tes como alternativas sostenibles de co- mercialización En Colombia, estos esfuerzos han sido realizados por los mismos produc- tores con poco apoyo del gobierno, que en muchas ocasiones, no ha actuado para prevenir el contagio de los campesinos en los centros de acopio de grandes ciu- dades. Las iniciativas para descentra- lizar centros de acopio en lugares más pequeños y equidistantes entre provee- dores rurales y consumidores en las ur- bes han surgido más de mandatarios re- gionales. Sin embargo, la Convocatoria de Asociaciones Campesinas reúne 300 organizaciones locales, 169 regionales, 62 nacionales, y está abriendo canales para acercar la oferta de alimentos a la demanda urbana de una manera directa y segura. Estas iniciativas de métodos alter- nativos para establecer canales entre la oferta y la demanda de alimentos que han surgido o se han ampliado con el Covid-19, representan la oportunidad para cerrar la inmensa brecha rural-ur- bana. Las razones para ello parten de reconocer que la recesión económica en la post pandemia tendrá gran impac- to sobre el poder adquisitivo y hará que los consumidores de las ciudades sean muy sensibles a los precios. De hecho, los circuitos cortos de productos prima- rios y artesanales son los que mejor pue- den responder a este tipo de demandas. Adicionalmente, mayor sensibilidad a la nutrición y a la salud se traducirá en un aumento de la demanda por productos de la agricultura más ecológica (RIMISP 2020a). El Covid-19 ha cambiado definitiva - mente el mundo; pero no solo el urba- no donde se centran los esfuerzos por la gente. Sin embargo, es hora de pen-

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