En una habitación de hospital, junto a su hijo mayor, Elena sentada, mirándole a la cara, toma una aguja y un hilo (de los que llevamos en el bolso para emergencias) y, como no tenía lápiz y papel, en su rebozo, dibujó bordando el rostro de su hijo durmiendo. Una vez terminado el dibujo, entró la enfermera, le quitó equipo a su hijo comentándole que se encontraba mejor. De ahí nació el descubrimiento del corazón de Elena. El bordado, el hilo, la aguja y la fe pueden curar, desde entonces nunca ha dejado de bordar todo lo que la mueve.
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