El IICA ante Covid-19 (Julio)

Blog Sembrando hoy la Agricultura del futuro

La vuelta a la normalidad ¿mantener la vulnerabilidad de lo esencial? “No deberíamos, después de cuarentenas de más de 100 días, y de todo el proceso de recuperación y reactivación, tener por meta volver a la normalidad precaria por inequi- tativa y excluyente”

La calificación de esencial que la mayoría de los gobiernos en el mundo le dieron a la producción, la disponibilidad y el acceso a los alimentos en el contexto de la pandemia ocasionada por el COVID 19, da la posibili- dad de plantear distintas interpretaciones y a visibilizar contradicciones que normalmente acompañan el desarrollo de las sociedades. Si lo esencial corresponde a lo relativo a la esencia, como lo describe el Diccionario de la Lengua Española; a lo que no necesita explicación, sino que se percibe y es invisi- ble a los ojos, si tomamos como referencia a Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, estamos frente algo que está entre la filosofía y la poesía. Si a aquello le incorporamos un lente de funcionalidad, observamos que también es algo necesario, sin lo cual se generan retro- cesos, disfuncionalidades y paralizaciones. Y algo que resulta absolutamente primordial: se puede perder. La noción de “riesgo de pér- dida” contribuye a definir lo esencial. En general, con algunas de esas concep- tualizaciones, los gobiernos definieron como esenciales las actividades, productos y ser- vicios relacionados con la alimentación, la salud, la comunicación y la banca, entre los principales. Durante el proceso al que nos hemos visto abocados, también resultó que era igualmente esencial la vivienda digna y el agua potable. ¿Y qué pasaba con los mercados? Des- de esa perspectiva no hay diferencia entre lo básico y lo lujoso, todas son necesidades de los consumidores o clientes o usuarios o beneficiarios; no hay gastos improductivos. Aceptar la diferencia entre lo esencial y lo no esencial, parece violar algunos principios de la teoría de mercados; además, es el gobierno el que define, con algo más cercano a la ética, cuáles son los criterios para colocar una línea divisoria entre lo uno y lo otro.

mentos de los que ya estaban en los acuerdos globales para atender el cambio climático. Si nos detenemos a pensar la “línea de base” previa a la pandemia en América La- tina, tenemos que recordar las masivas mo- vilizaciones ciudadanas que se presentaban en una buena cantidad de ciudades y países, protestando contra la inequidad, la exclu- sión, la pobreza, el desempleo, la deforesta- ción, las sequías y escasez de agua, la pérdi- da de la biodiversidad, la corrupción, por no citar sino algunas causas. Volver a la realidad de antes de la pandemia no puede ser lo es- perable, ni lo deseable como faro que oriente la vuelta a la normalidad. Tampoco parece suficiente una nueva normalidad. Se requiere una normalidad que coloque a lo esencial en su sitio de privilegio, sin necesidad de que para ello tenga que acudirse a medidas de ex- cepción, o a estados de emergencia. La normalidad sostenible debería tener a los agricultores por delante de la agricul- tura; a los empresarios generadores de em- pleos dignos y tributadores de impuestos redistributivos por delante de las empresas; a los ahorristas e inversores antes que a la banca y las entidades financieras; los seres humanos antes que a los consumidores y a los habitantes del planeta por encima de las actividades extractivas. No se trata de acabar la institucionalidad, pero sí colocarla al ser- vicio de todos. La senda de desarrollo recorrida por América Latina en el período 2000-2015 resultaba auspiciosa para lograr metas de reducción de pobreza, desnutrición, exclu- sión; casi 35 millones de personas habían sido recuperadas de condición de hambre en la región, según datos de Naciones Unidas. A finales de 2019 la tendencia ya desafor - tunadamente había cambiado, encendiendo alertas sobre la sostenibilidad de los logros. Las medidas para contrarrestar la pandemia

Lo real que a lo largo de la etapa o las etapas, dolorosas y tortuosas, de la conten- ción de la pandemia se han evitado millones de contagios y muertos, se han legitimado los gobiernos -con cambios a lo largo de los meses-, se ha revalorizado el papel del Es- tado, y se ha generado una recesión autoin- ducida, que dependiendo de quien la anali- ce, se reflejará, usando como referencia el predominante PBI, en una caída porcentual dentro de un amplio margen de cifras, que tienen en común que están compuestas por dos dígitos. Para poner en cierta perspectiva esa medición, sería bueno conocer un esti- mativo sobre el costo que se ahorraron los Estados con la ralentización de la morbilidad y la mortalidad de las personas. Ahora los análisis y los planteamientos tienen varios frentes: las desalentadoras no- ticias de rebrotes, antes de lo esperado; una combinación de acciones de contención, con las de reactivación y proyección; una incer- tidumbre sobre el post-Covid y si lo que de- bemos esperar es una vuelta a la normalidad, una nueva normalidad, una nueva realidad, y si esto se desarrollará bajo el modelo de de- sarrollo previo a la pandemia, o si se requiere transitar hacia un recambio en la estructura energética, en el uso de los recursos natura- les, una recuperación sostenible consideran- do los límites de la biosfera, con muchos ele- “Volver a la realidad de antes de la pandemia no puede ser lo esperable, ni lo deseable como faro que oriente la vuelta a la normalidad”

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Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

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