Miquel Villà (1901-1988)

El vínculo de Miquel Villà con Sala Parés fue constante y regular, especialmente a partir de 1963, año en que el pintor pasó a formar parte del grupo de pintores habituales de la galería, exponiendo de manera recurrente su producción. No obstante, la primera exposición de Villà en Sala Parés se celebró el mes de enero de 1929, cuando todavía vivía en París – lo hizo de 1922 a 1930 -, y dos años después de la individual en las Galeries Dalmau (1927). En la muestra de la galería de Petritxol, presentó una veintena de obras, sobre todo paisajes parisinos y algunos de El Masnou, además de cuatro figuras. Pese a la buena aceptación por parte de la crítica barcelonesa, comercialmente la exposición fue un fracaso absoluto. No obstante, fue clave para que el marchante Joan Merli lo incorporase como uno de sus representados, junto a nombres como Emili Bosch-Roger, Carme Cortés o Emili Grau Sala, entre otros. A partir de este momento, el artista se estabilizó económicamente y pudo vivir de su obra, realizando exposiciones en salas como las Galeries Laietanes (1930) y regularmente en las Galeries Syra entre 1935 y 1962. Igualmente, tanto a través de las muestras de la Galería Estilo (1943 y 1945) y, sobre todo, de las diferentes colectivas de la Academia Breve de Crítica de Arte y el Salón de los Once en la década de los cuarenta y cincuenta, Villà fue expositor constante en Madrid con buena acogida y cierto éxito comercial. Durante este período, Villà se consolidó también en el mercado internacional, participando en las exposiciones del Carnegie Institute (de 1935 a 1938 y de 1950 a 1951), en las Bienales Hispanoamericanas (Madrid, 1951; La Habana, 1954; Barcelona, 1955) y en las Bienales de Venecia (1950, 1952 y 1956). La presente exposición es un paso más en favor de la recuperación de la figura de Miquel Villà – redescubierto por unos, desconocido por otros – , cuya obra, a excepción de algunos museos y proyectos expositivos recientes, no ha sido entendida y exhibida con regularidad. Su estilo único e inconfundible, puro y repleto de magia, sorprende y emociona por cómo el artista utilizó los colores, jugó con la geometría para definir las formas de la naturaleza y la arquitectura y, sobre todo, manipuló la materia para hacernos vibrar, regalándonos una pintura en movimiento y siempre rebosante de vida.

Sergio Fuentes Milà

Made with FlippingBook interactive PDF creator