No hay que sobreponer nuestras exigencias y disciplinas al disfrute (jugar golf por el mero gozo de pegarle a una pelota blanca en un her- moso campo verde). Valores extraños como “la excelencia en todo lo que hacemos” se infiltraron en nuestros ocios, aunque no hay que menospreciar la satisfacción de llevar una actividad al más alto nivel. Pero existe también alegría pura y real en el aprender y en el tratar de
mejorar . La curva de aprendizaje de bucear, modelar barro, tocar el piano, hacer jardinería o kitear son los mejores meses (o años) de nuestras actividades, porque existe mucha emoción nueva en el mero acto de hacer. No pierdas una de las mayores recompensas de la vida: el placer de hacer algo que simplemente –pero realmente– disfrutas. Dejemos de ser tan exigentes con nosotros mismos.
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