Lo que es contundente es que dos de cada 10 mexicanos se abrieron a una nueva experiencia sin el catolicismo, ya sea para convertirse en ateos o simplemente para abandonar su religión.
lo hizo dejar de practicar su religión?”. El 14% señaló “Falta de tiempo”, el 13% “Falta de inte- rés”, el 10% “No decían la verdad” y el 9% “La iglesia”. Llama la atención que los dos princi- pales motivos son ajenos a la práctica religiosa concreta, y señala más una característica de nuestro tiempo que debería ser más estudiada: el tiempo que el mexicano promedio le dedica de más al trabajo, es el mismo que deja de de- dicarle a su familia, en primer lugar, y después al descanso, al ocio, a la religión. Bernardo Barranco, sociólogo de las religio- nes, considera que los jóvenes mexicanos de ciudades grandes con escolaridad media y alta son los protagonistas de este cambio cultural al no sentirse identificados con las creencias propuestas por las religiones. Afirma que la secularización es un proceso que continúa al alza, lo que provoca que los jóvenes se distan- cien de lo religioso y, aunque algunos mantie- nen creencias religiosas, prefieren no pertene- cer a ninguna de las religiones existentes —a esto último le llama “desinstitucionalización de las creencias religiosas”. ¿Cuál debería ser el papel de la iglesia católi- ca ante el aumento del protestantismo? ¿Bus- car retener seguidores? ¿Organizar la defensa de sus creencias ante las propuestas protes- tantes? O, tomando este fenómeno como algo inevitable a nivel global, ¿cerrar filas y atender a los que siguen siendo sus feligreses? ¿Exa- minar las causas de deserción y hacer algo al respecto? Existe la convicción teológica de que todos los bautizados en el catolicismo son
iglesia, pero ¿se están considerando los deseos y expectativas de los feligreses respecto al fu- turo de su religión? ¿Los cambios al interior de la iglesia católica son un asunto exclusivo de los jerarcas eclesiales? ¿Será el momento para democratizar al menos una parte de la vida católica? ¿Debe reconsiderar algunos te- mas contemporáneos que se contradicen con su tradición teológica para acercarse a las pre- ocupaciones de su feligresía? Y en lo que se refiere a la conversión del mexicano al ateísmo, ¿tiene algo que cues- tionarse la iglesia católica sobre la conver- sión al ateísmo? ¿O la causa de la conver- sión al ateísmo es externa y nada puede hacer al respecto? ¿Qué tipo de diálogo se debería considerar? Lo que es contundente es que dos de cada 10 mexicanos se abrieron a una nueva expe- riencia sin el catolicismo, ya sea para conver- tirse en ateos o simplemente para abandonar su religión, y eso debería ser suficiente para que toda religión en México se cuestione so- bre su papel en la vida de los ciudadanos de este país. Deben preguntarse si su misión es adscribir personas a su religión u ofrecer un servicio a los mexicanos que consista en apor- tar su visión sobre el tipo de ser humano que necesitamos ser por el bien de todos, además de ofrecer soluciones a los problemas con- temporáneos de la sociedad. Y debe hacerlo enérgicamente: todavía el catolicismo influye directamente en el 77.7% de la población —e indirectamente en el restante.
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