E ste artículo nació por un experimento realiza- do por el Dr. Nicholas Christakis, director del Human Nature Lab de la Universidad de Yale y autor del grandioso libro Connected (2009): en una encuesta realizada a dos mil personas, 12% de estas sacrificarían su vida por un extraño, 31% lo harían por mil, 21% por un millón y 35% darían su vida si la de mil millones de humanos dependiera de su sa- crificio. Esto significaría salvar a casi toda la India, tan solo si una persona (que no conoce a ninguno de los salvados) acepta dejar de respirar. Ahora, vamos a un ejemplo más cercano: tengo un tío adorado con quien platico seguido por teléfono (co- sas de la distancia y la pandemia). Siempre se despide con la misma frase: “Si estuvieras en un avión que está a punto de caer y solo puedes salvar a una persona, ¿a quién salvarías, a tu tía o a mí?”. Mi respuesta siempre es: “tío, esa dinámica ya me la han puesto muchas ve- ces” y comienzo a reírme incómodamente, esquivando una pregunta de la cual no tengo el corazón para pen- sar en una respuesta (también quiero mucho a mi tía). ¿Por qué no puedo responder esa pregunta? ¿Tengo miedo de mi respuesta? ¿O tal vez para mí esta activi- dad va más allá de a quién quiero más ? Es una dinámi-
ca donde (si te envuelves en ella) tienes que decretar el futuro de cada participante, incluido el tuyo.
EL SACRIFICIO NO ES LO QUE PIENSAS Hemos perdido el significado tan importante y tras- cendente de la palabra “sacrificio”. He escuchado distintas reacciones, tales como “Es igual a martiri- zar” o “No me gusta hacerlo, porque me va a doler”. Esta palabra tiene un significado en donde la palabra amor está de fondo. Sacrificio proviene del latín sa- crum y facere , es decir, “hacer sagradas las cosas”. Por el uso y la costumbre (no siempre tan positiva), ahora la vinculamos con dolor y pérdida, sin ser este su sentido. En nosotros corre sangre humana y de alguna manera nos sabemos cercanos a los que nos ro- dean. En esta dinámica del avión me ha tocado de todo, pero las personas que la viven, la viven al cien: lágrimas, gritos, dolor, nostalgia, gratitud, amor y una gran bondad. Y es que la bondad nos mueve. A ti, a mí y a los que leen novelas, artículos, revistas, libros que ha- blan del tema, a los que viajan al otro lado del mundo para encontrarla, a los que crean asociaciones civiles,
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