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infancia, cuyo efecto traumático no precisa para manifestarse de condición especial ninguna, aparte de los inherentes a la constitución sexual media y a la falta de madurez infantil. Pero, en cambio, existen otros en que la etiología de la neurosis debe ser buscada únicamente en los conflictos posteriores, reduciéndose a un efecto de la regresión la importancia que en el análisis parecen presentar los sucesos infantiles. Son éstos los dos puntos extremos de la ‘inhibición del desarrollo’ y de la ‘regresión’, pudiendo existir entre ellos los grados de la combinación de ambos factores” (Freud, 1916-1917, p. 364). En su retrospección de 1925, sólo mencionó su descubrimiento del aspecto ilusorio de las fantasías infantiles: “Cuando después hube de discernir que esas escenas de seducción no habían ocurrido nunca y eran sólo fantasías urdidas por mis pacientes, que quizá yo mismo les había instilado, quedé desconcertado un tiempo” (Freud, 1925, p. 33). En general, como la teoría psicoanalítica y la teoría de la patogénesis iban ganando complejidad en las formulaciones de Freud, la noción de conflicto en relación con el trauma, sus múltiples causas y consecuencias, acabarían adquiriendo un carácter adicional “sobre-determinado” y “complementario”: retrocedió el concepto de las poderosas excitaciones traumáticas que provienen del exterior y rompen el escudo protector o la barrera del estímulo externo (Freud, 1920) a favor de una definición de trauma como el yo indefenso ante el peligro real o imaginado, interno o externo (Freud, 1926), que podría ocurrir en cualquier momento de la vida, con la inmadurez del yo predisponiendo al individuo a la indefensión. ¿Las producciones neuróticas están ligadas a las experiencias reales, incluso traumáticas, o a las fantasías ilusorias? La cuestión sobre lo que es “verdadero”, es decir, la autenticidad de las escenas de seducción o de su naturaleza ficticia recorre toda la teoría psicoanalítica (Rand & Torok, 1996, p. 305) y los casos clínicos de Freud ilustran las complejidades de sus interconexiones (Freud, 1905b; 1909a, b; 1910a; 1911b; 1918). Ilse Grubrich-Simitis (1987, 2000) señala que para Freud habría sido mucho más fácil seguir defendiendo su teoría original de la seducción. El abuso sexual en el entorno familiar era conocido, pero representaba una desviación de la norma. El modelo del trauma habría destacado las diferencias entre la normalidad y la patología, pero el modelo de la pulsión describe la existencia indiscutible de deseos arcaicos e infantiles de conquista y muerte y la inevitabilidad de la naturaleza instintiva (pulsión) del individuo. Aunque Freud señaló el trauma como un factor etiológico crucial en toda su obra, esta atención a los factores internos puede haber contribuido a que las discusiones teóricas de los conceptos psicoanalíticos “desplazaran las causas traumáticas en relación a los conflictos relacionados con las pulsiones y las fijaciones de la libido a su umbral” (Bohleber, 2000, p. 802). Las teorías psicoanalíticas contemporáneas del trauma toman en consideración el tipo de trauma y su intensidad, las condiciones psicológicas de la persona antes de que surta efecto el trauma y la reacción de los cuidadores cercanos y del entorno hacia las víctimas del trauma.
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