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al modelo estructural. Asimismo, las resistencias inconscientes fueron fundamentales para abordar la dificultad de restringir los procesos primarios al inconsciente reprimido. “Ahora bien: como tal resistencia parte seguramente de su yo y pertenece al mismo, nos encontramos ante una situación imprevista. Comprobamos, en efecto, que en el yo hay también algo inconsciente, algo que se conduce idénticamente a lo reprimido, o sea, exteriorizando intensos efectos sin hacerse consciente por sí mismo, y cuya percatación consciente precisa de una especial labor” (p. 17). Freud conceptualizó “la antítesis entre el yo coherente y lo reprimido disociado de él” (ibíd.), y añadió que “lo inconsciente ya no coincide con lo reprimido. Todo lo reprimido es inconsciente, pero no todo lo que inconsciente es reprimido” (ibíd.). Además, como una proyección mental de la superficie del cuerpo, “[e]l yo es, ante todo, un ser corpóreo” (ibíd., p. 27). El yo es el representante del mundo exterior (realidad), mientras que el superyó se convierte en el representante del mundo interior, es decir, el representante del ello. El superyó es una fase especial del yo, que representa las prohibiciones y los ideales morales internalizados de la sociedad y es, asimismo, un heredero del complejo de Edipo. Las dos clases de instintos de 1920, el Eros y el Tánatos, “se enlazan, mezclan y alían entre sí” (ibíd., p. 41) y se ubican en el ello. Freud escribió: “Los peligrosos instintos de muerte son tratados en el individuo de muy diversos modos. Parte de ellos queda neutralizada por su mezcla con componentes eróticos, otra parte es desviada hacia el exterior, como agresión, y una tercera, la más importante, continúa libremente su labor interior”, y añadió: “cuanto más se limita el hombre su agresión hacia el exterior, más severo y agresivo se hace en su ideal del yo, como por un desplazamiento y un retorno de la agresión hacia el yo” (ibíd., p.54). El yo es una organización que lucha por la síntesis, un “mediador” que mitiga entre las tendencias conflictivas del ello y el superyó y un “representante” que se esfuerza por llegar a un pacto entre las tres voluntades psíquicas (ello, yo y superyó) y el mundo exterior. Una exposición completa del conflicto inconsciente e intersistémico entre los tres sistemas o estructuras de la mente – ello, yo y superyó – y la segunda teoría de la angustia apareció tres años después en “Inhibición, síntoma y angustia” (Freud, 1926). En este trabajo Freud ubica la angustia dentro del yo. Considera que la angustia crea la represión; es el motivo de defensa yoica , no su resultado. La señal de angustia implica que ya ha habido una situación traumática y primitiva, que ha sido transformada y señala los peligros conectados a la pérdida del objeto; la pérdida del amor del objeto; la castración y la pérdida de la aceptación interna o “el amor del superyó”. La angustia activa las defensas, que se ubican dentro del yo. La explicación del rol de las defensas continuó ampliándose en “Fetichismo” (1927e), donde Freud describió la “ negación ” como la toma de conocimiento de aquello reprimido que, no obstante, no se acepta; como el conocimiento y desconocimiento simultáneos (p. 154). En “La escisión del yo en el proceso de defensa” (1940e), Freud continuó elaborando el mecanismo de la negación y discutió la escisión inconsciente del yo a expensas de su función sintética. En este sentido , Freud nunca dejó de revisar sus ideas iniciales:
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