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En este punto, hay un tema importante que va captando mayor atención: el intercambio del niño con las personas de su entorno. Al desarrollarse la teoría, se empiezan a valorar las aportaciones inconscientes que se producen durante la transferencia. Teniendo en cuenta la influencia cada vez mayor de los analistas de Budapest y Berlín, y más tarde de los analistas de la British Middle School y los primeros kleinianos, los contemporáneos de Hartmann prosiguieron el debate en torno a las relaciones objetales, dando una mayor importancia a los aspectos conscientes e inconscientes de las primeras fases del desarrollo. Edith Jacobson (1964) investigó los mundos del yo y el objeto, y Margaret Mahler (1963, Mahler et al. 1975) proporcionó la formulación clásica de separación-individuación que posteriormente revisó Stern (1985). Se paró especial atención a la influencia de la fase preedípica de la infancia en el desarrollo posterior, así como en la manera que se internalizan los controles externos, que son en parte derivados de las transacciones del niño con los padres. Se hizo hincapié en modelar los esfuerzos (pactados, filtrados, estimulados o negados del tejido psicológico del yo o de las relaciones objetales) inconscientes, a partir de la conceptualización de Freud (1926d) de los peligros infantiles relacionados con la pérdida del objeto, la pérdida de amor del objeto y la amenaza de castración. Jacobson (1964) contribuyó significativamente al debate del inconsciente. Ella propuso que la energía indiferenciada primordial se transforma en pulsiones libidinales y agresivas “bajo la influencia de estimulaciones externas” (1964, p. 13). La frustración y la estimulación, establecidas como huellas de recuerdos de conflictos infantiles, ordenan estas experiencias afectivas dentro del espectro del placer-displacer, adaptándolas a cada individuo dentro de unos límites establecidos. Este nuevo modelo psicológico del yo propició un mayor entendimiento del desarrollo del individuo y sus representaciones objetales, presentes en las tres instancias psíquicas (ello, yo y superyó). La psicología del yo experimentó una transformación cuando los teóricos empezaron a exigir hallazgos clínicos para apoyar sus conjeturas metapsicológicas. Esta evolución incluyó algunos miembros del grupo inicial (como Mahler y Jacobson), así como nuevas generaciones de pensadores (como, por ejemplo, Beres, 1962; Arlow & Brenner, 1964; Kanzer, 1971; Rangell, 1952; Wangh, 1959). Esta nueva etapa fue marcada por la publicación de un monográfico de Arlow & Brenner (1964), en el que derrumbaron la perspectiva metapsicológica con una renovada visión estructural. Este cambio abrió puertas a nuevas formas de concebir el inconsciente. Cabe destacar nuevos integracionistas como Kernberg (1966), Kohut (1971) y Rangell (1969b). El enfoque psicológico tradicional del yo pasó a convertirse en el nuevo modelo estructural: un modelo que fue aceptado por la mayoría de los analistas de América del Norte hasta bien entrada la década de los setenta. Uno de los principales cambios en el zeitgeist de esta corriente fue debido a su oposición ante la orientación metapsicológica. Guiados por la metodología del “operativismo” (la investigación de operaciones concretas), los teóricos interpersonales y culturales H.S. Sullivan (1953), Horney (1941) y Fromm (1941) exhibieron un énfasis
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