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modalidades de relación narcisista, los diferentes tipos de relaciones objetales internalizadas, etc.), pero también se adapta al entorno fluidamente, mediante un proceso activo y flexible de maduración, comprensión e integración empieza a extenderse entre las corrientes de pensamiento del funcionamiento inconsciente. A partir de entonces, el concepto de inconsciente empieza a pensarse como algo que posee dimensiones estructurales y procedurales . Arlow (1969a, b) y Beres (1962), por separado y conjuntamente (Beres & Arlow, 1974) demostraron que la fantasía inconsciente no está sólo compuesta de una dimensión estructural y temática, sino que también tiene una dimensión que – como expresión de los deseos más arcaicos – madura con el desarrollo . Esto coincide con el trabajo de Sandlers (1984, 1987, 1994) y el de Rosenblatt (1962) sobre el inconsciente pasado y presente y sobre las representaciones inconscientes. También anticipa formulaciones posteriores (Bachant & Adler, 1997) acerca de la transferencia en relación con el funcionamiento inconsciente adaptativo y arcaico. En “Conceptos psicoanalíticos y la teoría estructural”, Arlow y Brenner (1964) plantearon una reconstrucción radical del concepto del inconsciente. La relación entre la angustia y el conflicto ocupa el núcleo central de esta reorganización. La angustia, según Arlow y Brenner, se convirtió en el factor más importante del conflicto entre el yo y el ello, y en la capacidad del yo de oponerse a las pulsiones instintivas. Demasiado displacer puede provocar una angustia relacionada con los peligros de la infancia. Esta angustia despliega un crisol de temores que estructuran el inconsciente y continúan afectando a la persona a lo largo de su vida (Richards & Lynch, 2010). Loewald fue otro teórico que contribuyó significativamente a desarrollar el concepto. Se ha comparado con Sullivan, Klein, Rado, Kohut (Cooper, 1988) y Winnicott (Chodorow, 2009), Fairbairn y Guntrip. Loewald, sin embargo, se consideraba a sí mismo un psicólogo del yo. En su obra, Loewald subrayó el rol de las relaciones objetales, tanto para la formación psíquica como para el cambio producido a través del análisis. Su énfasis en el tema de las relaciones objetales dio vida a las ideas de la fusión pulsional y la neutralización, la neutralidad analítica y la acción terapéutica. Consideraba que, por ejemplo, la estructura psíquica de los instintos y el ello se originaba en la interacción del niño con su entorno (la madre) (Loewald, 1978). Esto guarda muchos parecidos con las anteriores formulaciones de Jacobson (1964). Estos teóricos entendían los instintos como un producto de la interacción . Hasta este punto, Loewald se mostraba en sincronía con analistas como Fenichel, Jacobson (1964), Mahler y Stone (1951); y en desacuerdo con analistas como Hartmann (1939), Loewenstein (1953) y Kris (1956a, b, c). Loewald, sin embargo, llevó esta reflexión un poco más lejos al afirmar que la interacción era el aspecto más crítico de la internalización de la representación subjetiva del yo y el otro. Esto le supuso un distanciamiento del sentido más materialista de la instancia psíquica, la defensa y los conflictos inter-/intrasistémicos. Por el contrario, se centró en la naturaleza de la interacción con el entorno (humano) valorando el rol que
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