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desempeña “en la formación, desarrollo e integridad del aparato psíquico” (1960, p. 221). Para Loewald, la interacción no es sólo una fuente pulsional (1960, 1971, 1978), sino que también se convierte en el elemento principal de los procesos inconscientes . Este énfasis en entender la interacción como un pilar básico de la mente guió la teoría del inconsciente de Loewald, quien también trabajó y modificó a fondo las características adaptativas y genéticas de la metapsicología de Freud, al mismo tiempo que abandonaba los modelos estructurales y topográficos. Loewald creía que “en el análisis […] tenemos la oportunidad de observar e investigar procesos de interacción primitivos y más avanzados, es decir, interacciones entre el paciente y el analista que conducen a, o provienen de, las integraciones y desintegraciones del yo” (1960, p. 17). Al igual que Winnicott (Reino Unido), Loewald y Jacobson (EE.UU.) pueden considerarse los precursores de la corriente intersubjetiva . A principios de los años setenta, analizar las experiencias del niño con otras personas de su entorno se había hecho indispensable para conceptualizar el desarrollo de la mente (Arlow & Brenner, 1964; Spitz, 1957; Mahler et al., 1975; Jacobson, 1964). Estas experiencias con los primeros objetos, con su debida gratificación o frustración de los deseos, influyen y moldean las funciones yoicas del desarrollo del niño (incluyendo la definición de sí mismo a través de las identificaciones), así como los cánones morales y éticos. En el encuadre psicoanalítico, estas primeras experiencias con otros forman el tejido de los deseos y miedos inconscientes que pueden producir un acting out , actos de transferencia o contratransferencia, enactments y violaciones de los límites del encuadre psicoanalítico (Lynch, Richards, Bachant, 1997). Durante los años sesenta y setenta, Arlow fue ampliando la noción freudiana de fantasía inconsciente . Mientras que Freud entendía que la fantasía inconsciente se derivaba del deseo inconsciente, Arlow lo entendía como un pacto que contiene todos los componentes del conflicto estructural (Papiasvili, 1995). Según esta versión ampliada, la fantasía inconsciente gestiona los deseos pulsionales, temores e impulsos autopunitivos provocados por los contratiempos del desarrollo. Cada individuo crea su propio conjunto de fantasías inconscientes. Estas reflejan conjuntos mentales que intentan comprender, responder, gestionar e integrar grandes conflictos, experiencias y relaciones personales. Más adelante, Abend (1990) amplía todavía más este concepto al añadir que las fantasías inconscientes “pueden funcionar para alterar y disfrazar otras fantasías, así como para proporcionar satisfacción” (Abend, 1990, p. 61). Las narraciones de las fantasías inconscientes subsisten durante todo el desarrollo, a pesar de que sus manifestaciones experimentan numerosas transformaciones que, a su vez, dan lugar a diferentes “ediciones”, correspondientes a las distintas fases del desarrollo. Las fantasías inconscientes forman los rasgos de nuestro carácter, determinan nuestro comportamiento, nuestras actitudes, producen nuestros síntomas y se hallan en el corazón de nuestros intereses profesionales y nuestras relaciones amorosas. En la situación psicoanalítica, las fantasías inconscientes son la causa de todas las actitudes y actividades de transferencia.
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