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pararse a pensar de quién es el inconsciente que está operando en la experiencia de cada uno de los participantes es una cuestión que debe permanecer abierta durante todo el proceso clínico. La contratransferencia, en este sentido, siempre es inducida y provocada ambiguamente: es una experiencia personal y dialógica, intrapsíquica e intersubjetiva. La teoría relacional muestra un gran interés por el trauma y sus secuelas en la experiencia consciente e inconsciente. Asimismo, hace hincapié en la presencia y poder de las escisiones verticales ante la superposición de planos horizontales de consciencia. La disociación se presenta de muchas maneras, desde una escisión tajante, clara y no comunicativa hasta una relativamente porosa. Philip Bromberg (1994, 1996), quien ha elaborado y profundizado sobre el tema de la disociación, describe escisiones de la consciencia que niegan o expulsan el contenido tóxico y traumático, ya sea que emane de adentro o afuera del individuo. Bromberg también llegó a entender cómo se relaciona la disociación con el apego, que a menudo se encuentra fuera de la consciencia. El individuo (incluyendo al niño joven) se escinde y “olvida” las experiencias que conllevarían un apego a una figura potencial y necesariamente de riesgo. De cierta manera, se sacrifica la integración mental para poder conservar lazos llevadores con la otra persona. Además de poseer el potencial para realizar una transmisión bipersonal inconsciente , el proceso inconsciente adopta una posición determinada en la esfera intrapsíquica. En este punto se nota la influencia de las relaciones objetales de la teoría relacional: por la experiencia de mundos interiores, objetos interiores vivos, moribundos, tóxicos o benignos. El grado de consciencia y la presencia de la escisión como elemento dominante del funcionamiento mental, depende de una gran variedad de factores individuales y externos/interpersonales. Por esta razón, para un analista relacional es útil pensar en términos de fantasías inconscientes, entendidas como patrones relacionales representativos, con un significado concreto, a menudo inconsciente. Una de las luchas y, tal vez, tensiones que generan los modelos relaciones del inconsciente es la de traer a la superficie algo profundo. La dimensión intersubjetiva de la experiencia (el diálogo, la interacción) incluye registros bipersonales tanto conscientes como inconscientes de la experiencia. Uno de los aspectos clave de los modelos relacionales del inconsciente es la elaboración de fenómenos inconscientes, tanto en las experiencias internas como en las interpersonales. Esto permite una descripción más dialéctica y menos polarizada de la interacción entre el interior y el exterior; lo interpersonal y lo intrapsíquico. Mientras que diversas escuelas analíticas parten del trabajo de Jean Laplanche para reflexionar sobre el desarrollo y organización del inconsciente, para algunos teóricos relacionales Laplanche (1999) también ofrece una explicación interesante, de dos personas, sobre el surgimiento y evolución de la experiencia inconsciente en el encuentro entre un niño y un adulto como algo universal. El niño capta los efectos del deseo y el anhelo que emanan de sus padres en forma de mensaje enigmático que lo invade hasta mezclarse con el estado somático y afectivo de su cuerpo/mente. En ambos
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