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III. D. El inconsciente en la tradición francesa La Francia post-freudiana ha sido escenario de una asombrosa energía y producción teórica. Las ondas expansivas de esta explosión intelectual han llegado a otras comunidades psicoanalíticas francófonas de Europa y América del Norte. Traducciones de este trabajo al inglés también han influido en otros sectores de América del Norte y Gran Bretaña. Con un enfoque un tanto distante de las relaciones objetales y una visión del inconsciente más cercana a la de Freud; con una marcada tendencia a entender sus obra como elaboraciones de la de Freud o como diálogos con ella, los analistas franceses comparten algunos de los postulados generales sobre el concepto de inconsciente. La mayoría de los analistas se identifica con la perspectiva topográfica (la primera tópica). Para los franceses, existe una separación absoluta entre el preconsciente/consciente y el inconsciente. Además, el inconsciente no puede revelarse a través de la observación, sino sólo deducirse después de un evento, o sea, a través de una presunción après coup . El yo ( le moi ) se define tanto por su “alienación” identificadora – por su deseo por el Otro – como por su capacidad de adaptación; es, pues, un yo subjetivo, más un self que una criatura defensiva y orientada a la realidad como la representan los psicólogos del yo. Para los analistas franceses, todo lo que es yo se entiende como si estuviera surgiendo del inconsciente. No existe la idea de una esfera libre de conflictos. El moi también está compuesto por objetos inconscientes y objetos parciales. Mientras que los psicólogos del yo conciben el analista como aquel que sabe mantener cierta distancia del paciente, los analistas franceses, especialmente Bouvet y, más adelante, Green, McDougall y Roussillon, propusieron desde el principio un acercamiento flexible a los pacientes, prestando atención a su reacción a la distancia. Además, y debido a la gran influencia de Jacques Lacan, los analistas franceses se han visto obligados a reflexionar sobre la función del habla y el lenguaje, no sólo en la situación analítica sino también como principio estructurador del inconsciente. La tesis de Jacques Lacan (1993) de que “el inconsciente está estructurado, tramado, encadenado, tejido de lenguaje” (p. 119) ha influido a muchas generaciones de analistas, ya sea porque lo han aceptado o porque han rechazado la idea. Un grupo de analistas de la Sociedad Psicoanalítica de París , incluyendo, entre otros, a Pasche, Marty, Lebovici, Diatkine, Fain, Braunschweig, McDougall, Green y Neyratt, se opusieron a la teoría de Lacan negándose a combinar la pulsión con el lenguaje. Para Lacan, el inconsciente no es algo dado, que espera ser interpretado; más bien, el inconsciente se revela en un acto, generalmente – pero no exclusivamente – en un acto del habla. Lacan también señaló que era erróneo entender el inconsciente como el almacén de los instintos puros y simples. Para Lacan, el término inconsciente hace referencia a la idea misma de cómo conceptualizar el sujeto. Todo su proyecto es, por consiguiente, un estudio del sujeto inconsciente. Lacan (2004) reformuló la terminología freudiana y defendió las representaciones aplicándolas al modelo sausurriano del lenguaje. Lacan estaba convencido de la importancia de la combinatoria para los significantes, ya que, según él, ésta determina la expresión de los impulsos.
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