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En “Más allá del principio del placer”, Freud (1920) introduce lo que considera el conflicto primario de la mente: el conflicto entre la vida y la muerte en forma de instintos que buscan renovar la vida e instintos que buscan repetir el trauma, es decir, el conflicto entre la creación de unidades mayores y el retorno a la materia inorgánica. Al discutir los muchos obstáculos que su teoría de los instintos había experimentado, Freud expresa claramente su perspectiva sobre el conflicto: “Nuestra concepción fue desde el comienzo dualista …” (p. 53). Freud también define el desarrollo como el resultado del conflicto. Al referirse a la “pulsión de perfeccionamiento” dice: “Apuntemos de pasada la posibilidad de que el afán del Eros por conjugar lo orgánico en unidades cada vez mayores haga las veces de sustituto de esa ‘pulsión de perfeccionamiento’ que no podemos admitir. En unión con los efectos de la represión, ello contribuiría a explicar los fenómenos atribuidos a aquella” (Freud, 1920, p. 43). El conflicto entre Eros y la represión de Eros crea el deseo de superación que aumenta la capacidad de sublimación ya señalado por Freud en su artículo sobre Leonardo da Vinci (Freud, 1910) que inauguró el psicoanálisis aplicado. Hacia el final de su vida, Freud vuelve a esta idea y le da más importancia. De hecho, acaba entendiendo el conflicto entre los instintos de vida y muerte como la base para la conceptualización de todo el comportamiento y pensamiento humano: “Solamente por la acción mutuamente concurrente u opuesta de los dos instintos primigenios Eros y Tánatos, podemos explicar la rica multiplicidad de los fenómenos de la vida” (Freud, 1937, p. 243). II. C. La teoría estructural (segunda teoría topográfica) (1923-1937) En la siguiente etapa del desarrollo teórico, conocida como la teoría estructural (o, fuera de los círculos norteamericanos, como la segunda teoría topográfica), publicada en 1923, Freud presenta una estructura tripartita de la personalidad: el ello, el yo y el superyó (Freud, 1923). En este período de su teoría, Freud amplió la idea del conflicto al situar el yo en un juego de ajedrez tridimensional. En “El yo y el ello”, Freud (1923a) integra todas sus ideas del conflicto en un único sistema de gran complejidad. En este sistema el yo debe lidiar con varias relaciones conflictivas . En primer lugar, debe luchar contra su propio conflicto, es decir, contra los impulsos del ello que, a su vez, están en conflicto con los instintos de vida y muerte . En segundo lugar, el yo debe controlar el conflicto entre estos impulsos y el mundo externo . Y en tercer lugar, el yo, al identificarse con sus objetos, crea otro grado dentro de sí mismo, que Freud llamó superyó , para poder albergar los objetos ya internalizados. De esta manera, el yo crea otro conflicto entre sí mismo y su superyó. De hecho, se puede anticipar la compleja naturaleza de la participación del superyó en el conflicto si éste se entiende como un grado especial dentro del yo: el yo ideal (Freud, 1921), y por su constitución evolutiva como heredero del conflicto de Edipo (1924b).
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