Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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tenían un significado conflictivo personalizado para ciertos pacientes (Shevrin, 2002, p. 136). Algunas investigaciones de seguimiento, realizadas por un grupo de investigadores que llegaron a conocerse como el grupo Shevrin de estudios de la percepción subliminal, abordaron una serie de fenómenos relacionados con los procesos primarios y secundarios de pensamiento, incluyendo los marcadores fisiológicos del conflicto inconsciente, el afecto, las defensas y la naturaleza de las atribuciones – lo intrapsíquico vs lo relacional – de estos dos modelos de procesamiento. Este corpus de investigación le hizo ganar a Shevrin el Premio Sigourney en 2003. Villa, Shevrin, Snodgrass, Bazan y Brakel (2006) se centraron en la naturaleza del procesamiento del lenguaje en el inconsciente. Los hallazgos subrayaron la importancia de una concepción conectiva de la “propagación de la activación (¿neuronal?)” – que vendría a ser el equivalente neurofisiológico de la noción freudiana de “investidura no vinculada” que caracteriza el proceso primario. Equiparable a la conceptualización psicoanalítica clásica del proceso primario, el enfoque conectivo también observó que las investiduras vinculadas y no vinculadas estaban estrechamente relacionadas con la motivación y las defensas. Cuanto más instintiva y pulsional era la motivación, más posible era mediar la “activación de su propagación” o la investidura no vinculada. Cuanto más fallaban las defensas y cuanto mayor era la angustia, más prevalecían las investiduras no vinculadas. Otra área de atención tanto en Europa como en América del Norte continúa siendo la memoria en las fases del desarrollo preedípico y preverbal. La neurociencia no sólo ha delimitado la existencia de una memoria explícita a largo plazo, “verbalizable”, sino que también ha identificado una memoria subterránea, implícita, que no puede recordarse ni verbalizarse de forma consciente. Tal descubrimiento anticipó la hipótesis de que todas las experiencias infantiles relacionadas con los dos primeros años de vida se encuentran en este tipo de memoria, gestionada por la amígdala – que tiene la función de procesar las emociones. El hipocampo, de hecho, es indispensable para la memoria explícita y no madura antes de que el niño cumpla los dos años. El estudio de la memoria implícita, después de que Warrington y Weiskrantz (1974) la tipificaran, amplía el concepto de inconsciente y lo traslada a un nuevo terreno: pasa del reino de lo reprimido a un terreno “desconocido” determinado biológicamente (Ginot, 2015), posiblemente relacionado con las referencias de Freud a la existencia de otros procesos inconscientes distintos de lo reprimido (Freud, 1923, 1930, 1940). Desde las primeras etapas de la vida intrauterina-prenatal, las experiencias sensitivas participan en la formación de una memoria emocional y afectiva básica que es, de hecho, la verdadera piedra angular de las primeras organizaciones de las representaciones (Mancia, 1980, 1981; Le Doux, 1992). Este podría ser el mecanismo que conecta la neurofisiología de la memoria con el concepto de inconsciente freudiano. Además, con la ampliación del concepto original de inconsciente a dominios “no- conscientes” también se han propuesto otras convergencias interdisciplinarias con la

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