Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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sujeto) en una relación real, así como un objeto en una relación de transferencia– ofrecieron la posibilidad de forjar un nuevo comienzo con el paciente, explotando potenciales de crecimiento y cambio todavía inexplorados en ese momento. La escuela interpersonal americana, así como la escuela relacional que la sucedió, desarrolló una perspectiva clínica acorde con los descubrimientos de Ferenczi. Se centró en su reconocimiento de que el analista era un participante del proceso junto con el paciente, con quien creaba una experiencia analítica compartida, como un encuentro singular entre sus dos subjetividades y su experiencia consciente e inconsciente. Asimismo, subrayaron la complementariedad de la transferencia y la contratransferencia, ya que una engendraba a la otra como una cinta de Moebius formada de influencias y transformaciones mutuas que podían ser estudiadas y exploradas en la relación psicoanalítica para sacarle el máximo provecho al análisis. El analista era un observador participante y, por tanto, su personalidad y su forma idiosincrática de ser y relacionarse con el paciente constituían dimensiones importantes de la experiencia analítica; dimensiones que un punto de vista intersubjetivo considera centrales. Estas ideas también fueron anticipadas por Ferenczi, quien había señalado la importancia de la contratransferencia como un complemento que se formaba recíprocamente con la transferencia. Ferenczi discernió el papel de la influencia recíproca en la relación analítica, así como la importancia crucial del reconocimiento por parte del analista de su propio impacto en el paciente, un factor que, según él, ayudaría a mejorar los riesgos iatrogénicos de la retraumatización. Ferenczi señaló las implicaciones que tenía para el tratamiento analítico el hecho de reconocer al analista como una persona real (ideas que sacó de la escuela británica de Fairbairn, Guntrip y Balint, y de la escuela americana de Thompson, Wolstein, Singer, Levenson y muchos otros). Ferenczi comprobó que el paciente entendía y reaccionaba ante los matices más sutiles del comportamiento del analista. El paciente, según la entrada del diario de Ferenczi de 1932 (en: Dupont 1988), “detecta desde los pequeños gestos (forma de saludar, apretón de manos, tono de voz, grado de animación, etc.) la presencia de los afectos” (ibid., p.11). Esto puede revelar al paciente más información sobre el analista de lo que el propio analista sabe. Las observaciones de Ferenczi hicieron que la metáfora del espejo (ver más abajo) quedara obsoleta para muchos analistas. Asimismo, su trabajo fue imprescindible para muchos psicoanalistas interpersonales de la década de 1950 en adelante y para los teóricos relacionales que les sucedieron, cuando la intersubjetividad fue tomando un papel más central. Según la metáfora telefónica de Freud (1912): “El analista debe volver su propio inconsciente como un órgano receptivo hacia el inconsciente transmisor del paciente. Debe ajustarse al paciente como un receptor telefónico se ajusta al micrófono transmisor. Así como el receptor vuelve a convertir en ondas sonoras las oscilaciones eléctricas de la línea telefónica, así el inconsciente del médico puede, a partir de los

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