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sobre la sincronización de los niveles de cortisol en los bebés de madres deprimidas o emocionalmente lábiles. Se hace una distinción entre dos modos de “ conexiones intersubjetivas ”: un modo más inmediato conectado al sistema espejo neuronal, que se activa cuando una persona se encuentra con otra persona y la mira a la cara, al observar su expresión emocional. Este modo se hace eco de lo que Vittorio Gallese (2001, 2003, 2006) define como simulación corporeizada . Y un segundo modo basado en la mentalización (Frith y Frith 2005; Kernberg 2015), que es la capacidad de comprender y predecir el comportamiento de otras personas al atribuirles estados mentales independientes. Esta capacidad no está conectada al sistema espejo, sino a la corteza paracingulada anterior (Amaniti 2008). Los estudios de Delia Lenzi , Claudia Trentini y otros (2008) sobre madres que detectan la expresión de angustia o alegría de sus hijos muestran una activación intensa del sistema espejo, mientras que si observan la cara de los niños con una expresión más neutral y ambigua se activan las áreas fronto-parietales del hemisferio izquierdo. Alan Schore (1999, 2011) utiliza la perspectiva interdisciplinaria de la neurociencia del desarrollo afectivo (neuropsicoanálisis) para señalar la consistencia de sus hallazgos y los de muchos otros en torno a las diferencias entre los dos hemisferios del cerebro. Se da cuenta de que éstos utilizan diferentes patrones para realizar conexiones cortical-subcorticales y diferentes roles en diversos aspectos de la supervivencia y el aprendizaje sobre uno mismo en el mundo. Centró sus estudios en la maduración temprana del hemisferio derecho –el hemisferio dominante durante los tres primeros años de vida en el contexto de la neurobiología del desarrollo del apego– y esto le llevó a proponer que “la autoorganización del cerebro en desarrollo se produce en el contexto de una relación con otro sí mismo, otro cerebro” (Schore 1996, p.60). Las transacciones de apego representan transacciones afectivas del hemisferio derecho entre la madre y el bebé (Schore 1994). En los estudios neurobiológicos actuales, el hemisferio derecho es el dominante en “las experiencias emocionales subjetivas” (Wittling y Roschmann 1993). “La ‘transferencia de afecto’ interactiva entre el hemisferio derecho de la madre y el niño y la díada terapéutica … se describe mejor como ‘intersubjetividad’ … Los estudios actuales del hemisferio derecho están aportando, por tanto, más información sobre la neurobiología de la neurosubjetividad ” (Schore 1999, p.52). Schore propone que, así como el cerebro izquierdo comunica sus estados a otros hemisferios izquierdos a través de conductas lingüísticas conscientes, el cerebro derecho también comunica a través de la prosodia, los movimientos faciales sutiles, los movimientos rápidos de los ojos, la gesticulación, etc. sus estados inconscientes a los cerebros derechos que se prestan a recibirlas. El hemisferio visoespacial derecho se describe como no lineal y está mejor equipado para reflejar y comunicar los estados emocionales de los flujos de energía no lineal entre los componentes de un sistema mente-cuerpo dinámico, autoorganizado y lateralizado hacia la derecha. En este contexto, Schore (1994) y Shevrin (2010) sostienen que los
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