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La subfase de “ Acercamiento ”, de 15-18 a 24 meses, se caracteriza por una conciencia de separación, ansiedad de separación y una mayor necesidad de estar con la madre (Mahler et al., 1975). El niño que se estaba volviendo cada vez más independiente, ahora comienza a darse cuenta de lo pequeño que es en el mundo, lo que conlleva una pérdida del sentido ideal del sí mismo y la reaparición de una especie de ansiedad de separación. El niño se da cuenta de que la madre es en realidad una persona separada que no siempre puede estar disponible, dando lugar a la “crisis de acercamiento”. Durante la “crisis de acercamiento”, la actitud afectiva del niño es ambivalente y oscila entre una necesidad de aferrarse a la madre y una poderosa necesidad de separarse de ella. En este período la escisión se encuentra en su apogeo (Greenberg y Mitchell, 1983). También es el período durante el cual se acelera el desarrollo de algunas funciones yoicas autónomas, marcadas por la rápida adquisición del lenguaje y por la aparición de pruebas de realidad. Se está tomando conciencia de las diferencias de género y de la identidad de género, que interactúan con el proceso de diferenciación. La disponibilidad emocional óptima de la madre, incluida su aceptación de la ambivalencia del niño, le permite al niño investir la representación del Sí mismo con energía libidinal. El miedo de perder el amor objetal se hace más evidente, en lugar del miedo a perder el objeto de amor. Durante la “crisis de acercamiento”, a medida que el niño abandona la ilusión de su propia grandeza, a menudo a través de peleas dramáticas con la madre, puede utilizar a la madre como una extensión del Sí mismo, un proceso que le permite negar temporalmente la dolorosa conciencia de estar separado de ella. Finalmente, el declive de la omnipotencia infantil se compensa con identificaciones selectivas con la madre competente, tolerante y cariñosa (Blum, 2004). El logro de la “ Constancia de Objeto ”, durante los 24-36 meses, y la constancia del Sí mismo, es la subfase final del proceso de Separación-Individuación y un hito importante del desarrollo. Las dos tareas principales de este período son el desarrollo de un concepto estable del sí mismo y un concepto estable del otro, y se organizan en torno a los copartícipes de todas las relaciones objetales del niño (Greenberg y Mitchell, 1983). Óptimamente, el niño podrá mantener un sentido de su propia individualidad, así como un sentido del otro como una presencia interna, positivamente catectizada. Puede funcionar por sí solo, en ausencia de la madre/otro, y ser capaz de comprender más plenamente la experiencia separada del sí mismo y la madre, su mente separada y los intereses e intenciones del otro. A medida que el niño interioriza la benevolencia y las funciones regulatorias de su madre, puede tolerar más fácilmente las separaciones, frustraciones y decepciones. A los 36 meses, la maduración de las funciones yoicas y la constancia libidinal del objeto harán posible la consolidación de la identidad del Sí mismo y la posibilidad de separación. Mahler creó una conexión entre la teoría clásica de las pulsiones y la teoría evolutiva de las relaciones objetales mediante el concepto de simbiosis para referirse tanto a la relación real como a la fantasía interna determinada libidinalmente (Greenberg y Mitchell, 1983). El uso de Mahler del concepto del ambiente constante y
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