Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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conexión “sin utilizar objetos para su gratificación, sino para construir experiencias mentales más complejas y para restablecer la pulsión original perdida entre el sí mismo y los demás” (Mitchell y Black, 1995, p. 190). La revisión posterior de Loewald de la teoría de las pulsiones de Freud (1971, 1972, 1976, 1978, 1988) requirió una reformulación radical de los conceptos psicoanalíticos tradicionales de Freud. Mientras que para Freud el ello es una fuerza biológica que se topa con la realidad social, para Loewald el ello es un producto interactivo de la adaptación. Loewald considera que la mente es interactiva por naturaleza, no solo de forma secundaria en respuesta a la necesidad de gratificación de los otros. Loewald teorizó que al principio no hay una distinción entre el sí mismo y el otro, el yo y la realidad externa, o los instintos y los objetos, sino un todo unitario original compuesto por el bebé y su cuidador. Propuso que “los instintos entendidos como fuerzas psíquicas y motivacionales se organizan a través de interacciones dentro de un campo psíquico, que consiste originalmente en la unidad (psíquica) madre-hijo” (Loewald, 1971, p. 118). Al considerar los instintos/pulsiones como productos de la interacción, Loewald amplía la tesis de Jacobson de que los instintos eran un vínculo entre el sí mismo del bebé y sus objetos. Yendo más lejos, Loewald identifica la interacción como un elemento básico de la mente y el aspecto crítico en la internalización de la representación subjetiva del sí mismo y del otro. El trabajo de Loewald transformó la metapsicología psicoanalítica y abrió las puertas a nuevas maneras de conceptualizar el material clínico. Su influencia, directa e indirecta, puede considerarse parte de una gran variedad de escuelas de pensamiento psicoanalítico (como las Relaciones Objetales, la Psicología del Sí mismo, la Relacional/Intersubjetiva), y por tanto, puede considerarse como un puente entre la llamada perspectiva de “una persona” y la de “dos personas” sobre el proceso psicoanalítico clínico. En términos generales, como fue el caso de Winnicott en Reino Unido, Loewald y Jacobson en los Estados Unidos pueden considerarse los precursores del movimiento intersubjetivo. En la década de 1980, las revisiones y ampliaciones de la conceptualización del sí mismo en los trabajos de Leo Rangell (1982) y Harold Blum (1982), reflejan un pensamiento freudiano cada vez más complejo e inclusivo. Rangell modifica la definición de Hartmann de narcisismo como una investidura libidinal no del sí mismo, sino de las autorrepresentaciones, alegando que: “Todo lo que el yo sabe de su sí mismo, el ‘yo’ que lo rodea y del cual forma parte, es el estado actual de las autorrepresentaciones en cada etapa del desarrollo y en cualquier momento de la existencia” (Rangell, 1982, p. 879). Blum, centrándose en las complejidades del desarrollo temprano como las describe Mahler (Mahler et al., 1975), sostiene: “No es posible un concepto del sí mismo antes de que el niño salga de la órbita simbiótica con el inicio gradual del proceso de separación-individuación” (Blum, 1982, p. 971). La suya es una síntesis del desarrollo que incluye el “diálogo recíproco” de Rene Spitz (1965), el “objeto de transición” de Winnicott (1965) y la “permanencia de objeto” de Piaget (1951), entretejidos con el modelo de “separación-individuación” de Mahler. Se

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