Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

Volver a la tabla de contenido

enfatizar la importancia del trauma en todos los estadios y niveles del desarrollo, incluido el trauma del adulto (Phillips 1991). Joseph Fernando (2009) tomó la conceptualización psicológica del yo sobre el proceso traumático como un factor independiente de la dinámica mental. Empleó esta diferenciación para explicar una serie de cuestiones: en primer lugar, reiteró un punto que ya habían elaborado otros (Yorke y Wiseberg 1976) sobre el trauma, que, si bien Freud lo había conectado al motivo de la represión primaria, en el trauma el yo se encuentra tan fuera de lugar que no es capaz ni de activar defensas complejas y coordinadas como la represión. Es un afecto poderoso y penetrante: el motor de las defensas primarias. Freud (1926) había afirmado que tanto la saturación del yo desde “dentro” –por las pulsiones– como desde “fuera”, era similar y conducía a la situación traumática que motivaba la represión primaria. Pero las observaciones clínicas refutan este punto: las secuelas que produce el romper la barrera contra las fuentes internas y abrumadoras (como en los terrores nocturnos o las rabietas) no son lo mismo que las derivadas de romper la barrera de los estímulos externos. Freud (1920, 1939) había descrito las secuelas de la segunda situación como una compulsión a repetir el trauma y al mismo tiempo evitar cualquier cosa relacionada con él; por lo que sabía muy bien que existía esta diferencia, pero no mantuvo este enfoque en su teoría general. Fernando (2009, 2012a, b) empleó la distinción de la psicología del yo de varias funciones yoicas para obtener una comprensión más profunda de la naturaleza del funcionamiento mental postraumático . Se había dicho que los recuerdos postraumáticos son concretos y no simbolizados, pero Fernando descubrió que para tener una experiencia constante debía llevarse a cabo un procesamiento considerable, en que se comparara la experiencia sensorial con las expectativas, así como una construcción de la experiencia. Esto ocurre antes de cualquier simbolización o apego a la experiencia del lenguaje. Probablemente sea esta construcción de primer orden del momento presente la que se aborta en el trauma, o por lo menos se detiene en algún momento antes de completarse. Estos recuerdos postraumáticos tienen la misma capacidad de los recuerdos de ser retenidos por mucho tiempo, pero también se comportan como una experiencia futura o presente, siempre a punto de suceder y, en ocasiones, se dan en flashbacks, pero nunca se quedan en el pasado como un recuerdo verdadero. Fernando acuñó el término “ proceso cero ” para este funcionamiento mental, porque necesitaba distinguirlo del proceso primario y secundario. Por ejemplo, la “atemporalidad” del proceso cero es mucho más congelada, en el sentido de que se enciende y apaga, que el movimiento incesante de los contenidos del proceso primario, pero no se desgasta con el tiempo. Cuando Richard Kluft (1993) afirma que el trastorno de identidad disociativo (TID) es un “trastorno de realidad múltiple”, está describiendo una situación en la que el proceso cero domina el cuadro clínico. Los contenidos del proceso cero todavía no se han convertido en recuerdos, sino que existen como un presente perpetuo. Las ideas sobre el proceso cero no solo ayudan a comprender el TID, sino también otros aspectos del trauma. Por ejemplo, el poder de transmisión intergeneracional parece mucho menos misterioso si entendemos que la

544

Made with FlippingBook - Online magazine maker