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representa la culminación de este esfuerzo de reconceptualización, y puede considerarse como una forma novedosa de deconstruir las funciones yoicas y comprobar si ayudan o no a alcanzar niveles psíquicos más avanzados de abstracción, realización y autenticidad de forma que combinen e integren el yo con el sí mismo . Evidentemente, es improbable que Bion se considerara un psicólogo del yo (al menos en el sentido de la definición reduccionista de la psicología del yo estadounidense), y no debería categorizarse como tal. Pero no deja de ser instructivo leer sus planteamientos como el equivalente europeo de esta corriente; como un intento de replantear lo que la psicología estadounidense quiso lograr, aunque por caminos conceptuales muy distintos. III Cg. La psicología del yo y la experiencia La creación, formación e integración de lo que constituye nuestra experiencia subjetiva consciente e inconsciente, es el mayor atributo del funcionamiento normal del yo. La descripción de la experiencia subjetiva es una cuestión filosófica muy antigua. El psicoanálisis, sin embargo, pretende dilucidar las fuerzas internas y dinámicas, así como los mecanismos que dan forma y producen nuestra experiencia. En cierto modo, la “experiencia” como tal, si bien juega un papel determinante en el discurso clínico, se “explica” como el “resultado final” de tales fuerzas, o el significante narrado de estas dinámicas internas. Aun así, los pacientes describen experiencias y los psicoanalistas y psicoterapeutas responden en términos experienciales. Puede que esto haya sido decisivo para la psicología del yo de la era Hartman, a menudo criticada por mantenerse “distante de la experiencia” (Kohut 1971). El lenguaje del “sí mismo” y de la “relación” parece más adecuado para captar estos aspectos experienciales ; sin embargo, al mismo tiempo se ignora que tales factores observables y comunicables dependen en última instancia de las funciones yoicas subyacentes que los producen y sustentan (Grossman 1982). En concreto, fue Erikson quien se enfrentó a este problema cuando intentó introducir el concepto de identidad en el psicoanálisis. Trató de sortear la dificultad introduciéndolo como el concepto de identidad yoica , puesto que la identidad es una construcción estructural ; pero también es un fenómeno experiencial (Erikson 1956). Esta fue la objeción planteada por algunos psicólogos del yo ante el concepto de identidad: lo criticaron por carecer de rigor metapsicológico y claridad de definición intrapsíquica (Abend 1974). El trabajo de Shmuel Erlich sobre las modalidades experienciales (Erlich y Blatt 1985; Erlich 1998, 2003) constituye un intento reciente de abordar estos problemas e integrarlos con los modelos psicoanalíticos existentes. Erlich concibe que el procesamiento de datos internos y externos (perceptuales, cognitivos y afectivos) se desarrolla en dos dimensiones paralelas, contiguas y continuas de la experiencia del sí mismo y el otro. En una modalidad, la experiencia es de separación y diferenciación; en la otra, de fusión, unión e incorporación del sí mismo y el otro.
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