Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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Para la perspectiva de la psicología del yo clásica (Hartmann 1939/1958, 1950; Hartmann, Kris y Loewenstein 1946), el yo existe desde el momento del nacimiento y lo representan funciones que no están inmersas en el conflicto de realidad interna y externa. Muchas de estas funciones son relativamente autónomas y corresponden a una esfera relativamente libre de conflictos. Según este modelo, no toda la energía del yo proviene de la libido y las pulsiones. El yo es una organización; tiene una estructura, así como otras subestructuras complejas involucradas en las funciones jerárquicas. Algunas de estas funciones están libres de los efectos del conflicto –las funciones autónomas primarias de Hartmann–, mientras que otras se vuelven autónomas de forma secundaria, tras la resolución de los conflictos. En este proceso, todos los aspectos están mediados por las relaciones, mientras que las identificaciones se van convirtiendo en la principal función yoica que hace posible esta “neutralización” de la energía. El argentino Roberto Doria (1997), que contribuyó a elaborar el pensamiento integrador temprano en Divergencias en la unidad , incluye un capítulo, “Psicología del yo”, en que describe la aportación histórica de Hartmann. Se centra en las continuidades entre Freud y Hartmann, la riqueza de la obra abarcadora de Hartmann y su propósito de expandir los horizontes hacia una psicología más general. Por su parte, Doria destacó la importancia de la función organizativa de Hartmann , la cual tiene mayor alcance que la función sintética. Según la concepción de Doria, la capacidad funcional del yo y las estructuras de la personalidad, depende y se autorregula mediante esta función organizativa , mientras que la función sintética se limita a las funciones yoicas y no llega a la realidad externa. Doria subraya, además, el desacuerdo teórico de Hartmann con respecto al instinto de muerte; su propuesta, en cambio, consiste en la existencia de una pulsión agresiva arraigada en una matriz constitucional indiferenciada. La intervención para la neutralización de estas pulsiones agresivas conduce a una integración de energías que nutre las estructuras funcionales del yo y el superyó. En opinión de Doria, esto demuestra una suerte de paralelismo con el mecanismo de sublimación mencionado por Freud. Es con estas ideas hartmanianas en mente, que Doria apela a la necesidad urgente de integrar la teoría y técnica de la psicología del yo de Hartmann con las de las relaciones objetales para beneficiar el tratamiento de las patologías graves. Siguiendo con esta corriente integrativa, en América Latina Edith Jacobson y Margaret Mahler pasaron a considerarse las “creadoras de la teoría de las relaciones objetales en la teoría de la psicología del yo”. Se las considera participantes en el establecimiento de una conexión dialéctica para el desarrollo de los afectos y las pulsiones, vinculados a la representación mental del sí mismo y del mundo de los objetos . Si bien existe una superposición entre la psicología del yo y las teorías de las relaciones objetales en dos de sus contribuciones, a Jacobson (analista de Mahler) se la considera más cercana a la psicología del yo porque se centró en el papel de la integración progresiva de las representaciones del sí mismo y de objeto en la formación de las estructuras psíquicas; mientras que la teoría de la separación-individuación de Mahler, desde la simbiosis hasta la constancia de objeto, tan esencial para el

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