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pulsionales parciales y enfatizó la importancia de la sexualidad infantil. En la segunda etapa, exploró nuevas formaciones psíquicas de mayor complejidad, como la del yo y el narcisismo. En esta etapa, la pulsión, su presión y sus representantes psíquicos fueron claramente delimitados. En la tercera etapa, estableció la pulsión de vida y la pulsión de muerte, un dualismo de vastas proporciones que aglutinaba toda la vida psíquica y toda la materia. En cada una de estas etapas, Freud amplió el dominio de la pulsión sin abandonar el conocimiento previo ni los enfoques más restrictivos. Aunque no existe una entrada específica para la “pulsión” en la literatura secundaria de América Latina (Borensztejn, 2014), los autores latinoamericanos actuales también se rigen por una progresión similar en tres “etapas”. Con respecto al dualismo entre las influencias relativas de las pulsiones sexuales frente a las experiencias vitales (sean rutinarias o traumáticas), Freud emplea el principio de la serie complementaria , que establece que “las intensidades decrecientes de un factor son compensadas por las crecientes del otro; pero no hay fundamento alguno para negar la existencia de casos extremos en los cabos de la serie…” (Freud 1905, p. 240 [219]). La serie complementaria, denominada inicialmente serie etiológica (Freud 1916-1917), abarca la complejidad de los factores endógenos y exógenos implicados en la etiología de las neurosis, así como otras áreas donde intervienen una multiplicidad de factores que varían inversamente entre sí. Este es un punto sumamente importante que considerar en relación con los desarrollos posfreudianos contemporáneos. Los diccionarios psicoanalíticos europeos contemporáneos (Mijolla, 2003/2005) enfatizan que cualquier concepto psicoanalítico depende, en última instancia, de la teoría de las pulsiones. “Así, resulta coherente que la primera ontogénesis del yo purificado apareciera en ‘Pulsiones y destinos de pulsión’. Además, era necesario que este ensayo abriera el campo de la metapsicología y precediera a los ensayos sobre la represión, el inconsciente, los sueños, el duelo y la melancolía. Igualmente, era necesario proponer la teoría de las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte con el fin de construir la segunda tópica [teoría estructural]. El principio del placer depende de la pulsión de muerte. La constante actualización de los ‘Tres ensayos’ hace evidente que la teoría de la pulsión constituye la base de todo el edificio teórico” (p. 455). Asimismo, la Edinburgh Psychoanalytic Encyclopedia [Enciclopedia Psicoanalítica de Edimburgo] (Skelton, 2006) también incluye la definición de pulsión propuesta por Carl G. Jung (1919/1960), entendida como una fuente de energía psíquica de base corporal, cuya meta y configuración se ven afectadas por “imágenes arquetípicas” producidas por la psique. Se describen cinco grupos de factores instintivos: el hambre, la sexualidad, la actividad, la reflexión y la creatividad. Destaca su parecido con los múltiples mecanismos innatos de supervivencia descritos ochenta años más tarde por el psicólogo norteamericano del self , Joseph Lichtenberg (1989), como parte de su teoría de los sistemas motivacionales: la regulación psíquica de requerimientos fisiológicos, el apego, la afiliación, la exploración y afirmación, el antagonismo, la excitación sexual y el goce.
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