Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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como dualista. Esta ambigüedad fue el motor de los posteriores desarrollos teóricos dentro de la tradición francesa, tanto en América del Norte como en Europa (Scarfone, Laplanche, Denis). No es hasta 1913, en “La predisposición a la neurosis obsesiva”, que Freud (1913a, p. 322) reitera que el sadismo está ligado a las pulsiones parciales correspondientes a la organización pregenital sádico-anal, y que, cuando éstas reemplazan a las pulsiones genitales, surge el sadismo. Esta función de dominio es común tanto a las pulsiones sexuales como a las pulsiones yoicas (1909). En esta etapa de su teorización, Freud considera el masoquismo como “no […] otra cosa que una prosecución del sadismo vuelto hacia la persona propia, la cual en un principio hace las veces del objeto sexual” (1905, p. 158 [144]). Todos estos desarrollos implican la noción de un conflicto entre pulsiones, que puede desplegarse dentro del propio sujeto, quien actúa como sujeto y objeto al mismo tiempo. Alternativamente, el conflicto puede desplegarse entre un sujeto y un objeto externo que puede asumir las tendencias de cualquiera de las pulsiones en juego: las pulsiones sexuales reprimidas o las pulsiones yoicas represoras. La agresividad, como atributo universal e independiente de todas las pulsiones, puede, en un momento dado, volverse autónoma y ganar más energía a través de cualquiera de las facciones en conflicto para lograr su objetivo, el cual puede ser la desaparición de la pulsión sexual que busca expresarse desde el inconsciente. En este caso, la agresividad, al servicio de las pulsiones yoicas, “aniquila” las pulsiones sexuales. La dramatización del conflicto puede representarse dentro del propio sujeto, quien asume el papel del Yo represor y, simultáneamente, es objeto de sus propias pulsiones sexuales reprimidas. La dramatización también puede representarse a través de un vínculo interactivo con un otro externo, que puede desempeñar el papel de la pulsión agresiva del Yo que “aniquila” la pulsión sexual del otro, o bien ser la pulsión sexual que “aniquila” las pulsiones yoicas o de autoconservación del individuo, destruyendo los procesos de simbolización y, eventualmente, la vida misma, cuando dichas pulsiones yoicas se oponen a la búsqueda exclusiva de gratificación de unas pulsiones sexuales que se han vuelto sádicas. En cualquier caso, la agresividad cumple aquí un papel secundario dentro del proceso dinámico y económico de las pulsiones sexuales y de las pulsiones yoicas o de autoconservación. Antes de 1910, las pulsiones yoicas eran exclusivamente pulsiones de autoconservación, y por ello Freud empleaba ambos términos indistintamente. La diferencia entre las pulsiones de autoconservación (del yo) y las pulsiones sexuales se basa, fundamentalmente, en la fuente y la meta. Así, por ejemplo, la fuente de la pulsión oral de autoconservación son los procesos metabólicos que generan la necesidad y el apetito para cubrir las necesidades calóricas del cuerpo, y la meta es la saciedad que se logra con la ingesta. En cambio, la fuente de las pulsiones sexuales orales es la estimulación de la zona erógena oral, y la meta es el placer producido por la succión. El objeto de las pulsiones de autoconservación es el pecho que provee la leche o su

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