Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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La vuelta de un instinto hacia la persona propia (cambio de objeto) se encuentra alineada con la reflexión teórica según la cual el masoquismo es, en realidad, un sadismo vuelto hacia el propio yo, y el exhibicionismo incluye el mirarse a sí mismo. En estos ejemplos, la vuelta de la pulsión sobre el yo y la mudanza de la actividad a la pasividad convergen o coinciden. Aunque en ambos casos (sadismo mudado en masoquismo y escopofilia en exhibicionismo) la meta activa aparece antes que la pasiva, hay una diferencia importante: en el caso del instinto escopofílico, hay una fase autoerótica más temprana, cuando el objeto es parte del propio cuerpo del sujeto. En el caso del sadismo-masoquismo, no existe tal fase autoerótica previa. En el par sadismo- masoquismo, Freud presta especial atención al hecho de que, si bien el sadismo no solo se asocia con la meta de ejercer violencia y poder/dominio sobre el objeto, sino también con infligir dolor, “el infligir dolor no desempeña ningún papel entre las acciones-meta originarias de la pulsión” (p. 127 [123-124]). Solo cuando ocurre la transmudación en masoquismo, la excitación sexual produce una condición placentera. En el trastorno en cuanto al contenido (cf. p. 127 [122]) de un instinto en su opuesto, se observa la transmudación del amor en odio. Como ambos afectos suelen dirigirse al mismo objeto, esto proporciona un ejemplo único de ambivalencia. En la génesis del amor, Freud describe tres antítesis: “amor-odio”, “amar-ser amado” y “amar y odiar juntos como opuestos de la indiferencia”. Freud explica cómo, en la génesis del amor en la vida del individuo y la vida del instinto, las tres polaridades de la mente (actividad-pasividad; sujeto/yo- objeto/mundo externo; placer-displacer) se interconectan de formas altamente complejas, dentro del dualismo entre las pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas. A continuación, se presenta un resumen de algunas de sus principales hipótesis (pp. 133- 139): Existe una situación psíquica primitiva en la que el amor y el odio coinciden. Originalmente, al principio de la vida anímica, el yo está investido por pulsiones y es, en cierta medida, capaz de satisfacerlas por sí mismo. Freud llama a esta condición “narcicismo”, y a este modo de obtener satisfacción, “autoerotismo”. Durante este período, el yo-sujeto coincide con lo placentero y el mundo externo con lo indiferente (o posiblemente displicente, en cuanto fuente de estímulos). Mientras el yo es autoerótico, no necesita del mundo externo. Cuando, en el narcisismo primario, aparece el objeto, surge también el odio como opuesto del amor. La indiferencia se entiende como un caso especial de odio o rechazo, aunque inicialmente aparece como su precursor. En el comienzo, el mundo externo, los objetos y lo que es odiado son lo mismo. Si más adelante un objeto se transforma en una fuente de placer, es amado, pero también es incorporado al yo; de manera que, para el yo purificado por el principio del placer, los objetos vuelven a coincidir con lo extraño y lo odiado. Así como la oposición amor–indiferencia refleja la polaridad yo–mundo externo, la segunda antítesis amor-odio reproduce la polaridad placer-displacer, que está vinculada a la anterior. Cuando el estadio puramente narcisista cede paso al estadio

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