Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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pulsión de muerte. Las primeras tienden a mantener y reforzar los procesos vitales; la segunda, a apaciguarlos o negarlos. Las pulsiones de vida fueron caracterizadas y reformuladas como un intento de construir puentes y unir: crear nuevas conexiones y formar conjuntos cada vez mayores. Este es el principio de Eros . La pulsión de muerte posee una “cualidad negativa”, caracterizada por rupturas de conexión o por obstaculizar cualquier tipo de intercambio en los puentes existentes. Así, hay dos principios reguladores de la vida psíquica: la tendencia a unir y elevar el nivel de energía psíquica, por un lado, y la tendencia a deshacer, terminar las conexiones y reducir el nivel de energía al “nivel cero”, por otro. Las pulsiones se han convertido en algo bastante distinto de la demanda de trabajo psíquico derivada de la integración psíquica del cuerpo. Ahora han pasado a entenderse como los principios que regulan ese trabajo: las dos formas básicas de relacionarse con las necesidades de la vida psíquica. Ya no son entidades, sino principios reguladores fundamentales o, como escribe Freud (1933) en sus “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, “nuestra mitología” (p. 95 [88]). En general, la teoría tardía de la pulsión de Freud es más compleja que la primera. El dualismo de esta etapa (1920-1939) entronca la pulsión Eros con la pulsión de muerte. A la energía de la primera la llama libido . La pulsión de muerte no tiene energía; es “silenciosa”. La pulsión de muerte inicialmente se dirige al yo (como en el masoquismo primario), y luego con frecuencia se desvía hacia afuera como destrucción agresiva. Para el Freud tardío, las pulsiones de vida y muerte se funden (en mayor o menor medida), y siempre actúan juntas (aunque sea en proporciones variables). Freud se mantuvo fiel a esta última dualidad pulsional el resto de su vida. Hacia el final, sin embargo, puede verse una nueva interpretación de los fenómenos implicados. Al retomar la compulsión de repetición en sus últimos escritos (publicados póstumamente), Freud (1937, 1940 [1938], 1998) subraya que las personas repiten principalmente experiencias tempranas y, por tanto, poco elaboradas. Cuando tales repeticiones son estereotipadas, no conducen a nada nuevo. Sin embargo, también pueden conducir a un movimiento integrador. En este último caso, la estructura mantenida hasta entonces se abre –se destruye– y la experiencia temprana pasa a formar parte de una totalidad mayor. Para el Freud más tardío, por tanto, la destrucción puede formar parte de la integración, “movilizada” por la repetición. III. Abc. De las fuentes interdisciplinarias a las conjeturas teóricas complejas: la perspectiva latinoamericana En la teoría tardía de las pulsiones, las pulsiones yoicas y la libido narcisista se aproximan al punto de volverse indistinguibles, lo que llevó a definir la libido como la única expresión de la vida instintiva. Freud considera dudoso alcanzar una comprensión plena de las pulsiones basándose únicamente en la elaboración del material psicológico. A partir de experimentos biológicos con organismos unicelulares, y a través de una serie derivaciones teóricas, propone que lo que es definitorio en la pulsión es su carácter

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