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Stern (1985) sobre la unidad de los sentidos y de transposición amodal de la información, propios de la comunicación del niño con su madre, aparecen como algo que se da por sentado en la relación terapéutica y en los procesos de percepción y de creación artística donde las analogías transensoriales y las metáforas ocupan un lugar privilegiado. Es significativo que tanto Álvarez de Toledo (1954 [1996]) como Daniel Stern (1985) fundamentaran su pensamiento con una cita del mismo poema de Baudelaire, “Las correspondencias”. En 1979, en un artículo de la Revista Uruguaya de Psicoanálisis , Willy Baranger (1979), en diálogo con los aportes de Pichon Rivière, Michael Balint, Donald Meltzer, Melanie Klein y Jacques Lacan , revisó críticamente su primera conceptualización del campo de 1961-62. En este artículo, cuestiona el enfoque sobre la transferencia y la contratransferencia de sus trabajos de los años 1960, lo cual podía llevar a una visión reduccionista y empobrecedora de los fenómenos ocurridos entre paciente y analista. Esto, a su vez, puede conducir a un forzamiento técnico de la interpretación de la transferencia o contratransferencia y a desconocer aspectos de la historia del paciente. Igualmente, W. Baranger pone en cuestionamiento los términos de identificación proyectiva y contraidentificación proyectiva, lo que puede llevar a confundirlos con los de transferencia y contratransferencia. Desde su perspectiva, esto demuestra cómo los descubrimientos y conceptos psicoanalíticos pueden perder sus límites específicos. Los procesos de identificación y contraidentificación proyectiva, si bien son frecuentes, no pueden explicar la multiplicidad de los fenómenos del campo. Adicionalmente, Willy Baranger trabaja con la noción de Lacan de sujeto dividido y toma una distancia crítica del carácter especular y defensivo de una psicología bipersonal. Por lo tanto, W. Baranger reformula parcialmente su visión del campo analítico: “No se trata ni de dos cuerpos, ni de dos personas, sino de dos sujetos divididos, cuya división resulta de una triangulación inicial. La denominación correcta sería, por lo tanto, la de ‘campo intersubjetivo’” (Baranger, W., 1979, p. 30). Probablemente, las ideas de Lacan sobre el lugar simbólico del analista estructuralmente distinto al del paciente incidieron en la jerarquía que W. Baranger otorga, en esta ocasión, a la función de la asimetría analítica del campo analítico. También elaboró la noción de “segunda mirada”, que engloba la unidad del campo en los momentos en que el analista puede sentir tropiezos en el análisis. Asimismo, la propuesta de Lacan sobre el carácter/sujeto evasivo y puntual del inconsciente, lleva a Willy Baranger (1979) y Madeleine Baranger (1992) a replantearse cuestiones en relación a la arbitrariedad interpretativa y al alcance transformador de la interpretación, aspecto que quizás había sido considerado de forma demasiado optimista en los artículos de los años 1960. Sin embargo, en su revisión de 1979, Willy Baranger afirma aspectos esenciales de sus formulaciones de 1961-62. Por ejemplo, consideró que el baluarte puede estar en la base de la reacción terapéutica negativa, el impase, la inanalizabilidad, las limitaciones del proceso analítico, las sensaciones del analista de quedar “parasitado” por su paciente y las “complicidades perversas sadomasoquistas”. Estas nociones serían más elaboradas en 1982 por los Baranger y Mom, y en un artículo de 1992 de Madeleine Baranger.
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