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cuanto a las pulsiones, resolviendo la naturaleza de las pulsiones y distinguiéndolas de los comportamientos instintivos. Finalmente, en cuanto a las interacciones entre ambos, superó el antagonismo entre las defensas del yo y las pulsiones por la idea de la función yoica de la neutralización de la pulsión, la cual hace más asequible, y más útil, la energía pulsional para el yo (Hartmann, 1952). En lo que atañe a la naturaleza de las pulsiones , Hartmann, Kris y Loewenstein (1949) desarrollaron una teoría dual de las pulsiones (libido y agresión). Siguieron la teoría de la sexualidad y la libido de Freud, pero fue en relación con la agresión donde hicieron sus aportes más originales. Sostuvieron que Freud, en su obra tardía, en realidad tenía dos teorías de la agresión, pero estaban entrelazadas y, por tanto, fueron a menudo confundidas por sus comentaristas. Una de estas teorías era la del instinto de muerte, con sus especulaciones biológicas y la idea de que la agresión como deseo o comportamiento manifiesto era, en realidad, una expresión externa del impulso de muerte instintivo –el impulso de regresar a un estado inorgánico. La segunda teoría concebía la agresión como una pulsión muy similar a la pulsión libidinal. Esta segunda teoría de la pulsión agresiva de Freud es la que Hartmann y sus colegas adoptan, expanden y modifican. Esta comprensión de la pulsión agresiva como algo equiparable a la libido, que desemboca en una teoría dual de las pulsiones, fue muy influyente en la psicología del yo estadounidense, siendo adoptada por Arlow y Brenner y por la mayoría de los analistas que trabajaban en América del Norte a mediados del siglo XX, como Edith Jacobson, Margaret Mahler, Peter Blos, Phyllis Greenacre, entre otros. Encabezó la teorización y el trabajo clínico de analistas tanto de adultos como de niños/as, hasta principios de los años setenta (ver entrada PSICOLOGÍA DEL YO), cuando se expandió el campo hacia los enfoques transicionales e integradores de Hans Loewald y Otto Kernberg, así como hacia otras conceptualizaciones contemporáneas sobre las pulsiones y los afectos. Hartmann, Kris y Loewenstein (1949) se esforzaron por combatir que la frustración fuera entendida como la única causa de la agresión, ya que esta, en muchos otros aspectos, se comporta como una pulsión –es parecido a tener una presión constante. Por esta cualidad de presión constante, vieron que la pulsión agresiva era muy similar a la sexual. En cuanto a su acción y satisfacción, cada pulsión –según las etapas– adopta ciertos patrones de descarga. Sugirieron que también puede observarse un placer anticipatorio en la acumulación de tensión agresiva, así como señales claras de placer al momento de la descarga final de dicha agresión. El cuadro se complica por la frecuente fusión entre las dos pulsiones. Señalaron que los patrones de descarga de la agresión a menudo siguen los patrones de las etapas de la libido, especialmente las etapas oral y anal. En cuanto a la ira, consideraban que la impronta de la analidad en los patrones de descarga agresiva era duradera y fácil de observar. Propusieron que, aunque la agresión en cierta medida sigue las fases de la libido en su conexión con zonas específicas como la oral, anal y fálica, el principal órgano de descarga de la pulsión agresiva es la musculatura esquelética. Como tal, el desarrollo de esta pulsión
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