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1. Winnicott revistió la teoría de las relaciones objetales con un modelo de desarrollo normal según el cual “la salud es la continuidad existencial” (1988: 127). La idea de que “la salud implica continuidad respecto al… desarrollo evolutivo de la psique y que la salud significa una madurez acorde con la que corresponde a la edad del individuo” es una suposición básica del psicoanálisis, según Winnicott (1954: 281). Por consiguiente, describe una serie de movimientos ontológicos relacionados con los logros evolutivos: (i) “de una relación con un objeto concebido subjetivamente a una relación con un objeto percibido objetivamente” (1960: 45); (ii) de la dependencia absoluta, a la dependencia relativa y la independencia, lo que implica un entorno internalizado (1963b) y (iii) del estado primario no integrado de la personalidad a la personalidad individual organizada, caracterizada por la estructura edípica. El potencial heredado o creatividad primaria del niño inmaduro alcanza un “estado de unidad” (1960: 44), es decir, el bebé se convierte en una persona completa capaz de tener relaciones interpersonales, siempre y cuando la madre satisfaga sus necesidades relacionales de distintas formas en las diferentes fases del desarrollo individual. La relación primitiva entre madre e hijo no se ve como “un resultado de la experiencia instintiva, ni de la relación de objeto que surge de la experiencia instintiva” (1952: 98). Por el contrario, se considera que la provisión materna es independiente de la satisfacción de las necesidades instintivas. Es el entorno lo que hace posible experimentar las pulsiones y facilita que el niño pueda utilizar el instinto: “No es la satisfacción instintiva lo que hace que un bebé comience a ser… La persona debe ser anterior a su uso del instinto” (1967: 116). Winnicott teoriza una experiencia inicial de omnipotencia en que la potencialidad se realiza como ilusión. La adaptación a la madre, cuando es suficientemente buena, “ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él… de que existe una realidad exterior que corresponde a su propia capacidad de crear… el bebé crea el pecho una y otra vez a partir de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad” (1951: 12-4). Esta correspondencia o solapamiento encarnado en la ilusión (véase Milner, 1952; 1977), la sensación del bebé de que lo que crea realmente existe “(como un ‘objeto subjetivo’ más que como un ‘objeto percibido objetivamente’)”, sostiene la continuidad vital del ser y, a su vez, constituye el campo de experiencia al que pertenecen los “objetos transicionales” y los “fenómenos transicionales”. La ilusión es parte de un proceso emocional que incluye la retirada gradual de la ilusión misma; de ahí el proceso unitario ilusión-desilusión. Una mayor capacidad de respuesta de la madre (“preocupación materna primaria”) por el deseo inicial del bebé facilita que el fallo adaptativo se viva como una condición más del desarrollo. En esta fase, el fallo adaptativo no constituye tanto una falta de confianza como una expresión de la madre falible que, aunque sea suficientemente buena, hace avanzar el proceso de desilusión al introducir a su bebé al mundo objetal en dosis pequeñas y asimilables. Este proceso facilita la separación del mundo objetal del sentido emergente del sí- mismo en el niño: “Del estado de fusión con la madre el bebé pasa al de separarla de
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