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La idea de un baluarte, como una fortificación desde la que se obstaculiza el trabajo analítico, podría sugerir que el analista avanza activamente mientras el paciente permanece retraído, defendiéndose. Sin embargo, esta impresión sería inexacta. Por el contrario, este modelo debe entenderse dentro del concepto de “campo”, que contiene las ideas actuales sobre la intersubjetividad. Para los Baranger, la situación analítica involucraba a dos personas que participaban en el mismo proceso dinámico, uno en el que ninguno de los miembros de la díada es inteligible sin hacer referencia al otro. Y, a su vez, las dos personas esconden estructuras multipersonales. El “campo” está constituido por la conjunción de estructuras espaciales y temporales y lo que se denomina “fantasía inconsciente de la díada”. Esta fantasía no tiene su origen en la suma de los elementos del paciente y el analista, sino que “[e]s algo que se crea entre los dos, dentro de la unidad que forman durante la sesión, algo radicalmente distinto de lo que cada uno de ellos es por separado” (1961-1962/2008, p. 806). Es importante señalar que todo lo que sucede en el campo bipersonal no será una simple repetición, en la medida en que surge en un contexto nuevo. El encuentro entre baluartes devuelve la parálisis al campo, la sensación de que no pasa nada y de que las narraciones están estereotipadas. Aunque a veces los Baranger se refieren al baluarte como algo propio del paciente, queda claro que quieren considerarlo como un producto del campo. Esta contradicción se entiende mejor más adelante (Baranger et al., 1983), cuando consideran el baluarte como un “precipitado” del campo, que sólo puede ocurrir entre este analista y este analizado, y “surge, en la inconsciencia y en el silencio, de una complicidad entre los dos protagonistas para proteger un apego que no debe ser descubierto” (p. 2). Se trata de una neoformación del campo, “en torno a un montaje de fantasía compartido que implica áreas importantes de la historia personal de ambos participantes y atribuye a cada uno un papel imaginario estereotipado” (p. 2). De esta manera, partes del paciente y partes del analista se entrelazan y se sumergen en una estructura defensiva. El baluarte puede aparecer como un cuerpo extraño y estático, mientras que el proceso analítico parece seguir su curso o se apodera de todo el campo, volviéndose patológico. La ruptura del baluarte desencadena la destrucción del status quo , haciendo posible que las partes escindidas sean resignificadas, permitiéndoles volver de nuevo al mundo emocional. Es interesante observar la similitud entre la descripción de los Baranger y lo que se conoce como enactment crónico. El enactment hace referencia a las conductas que tienen lugar en el campo analítico como resultado de la inducción emocional mutua. Por lo tanto, engloba a ambos miembros de la díada analítica. El enactment crónico se expresa a través de una conducta a través de la cual se forma una confabulación obstructiva, sin que ni el paciente ni el analista se den cuenta de lo que está sucediendo. El proceso analítico se paraliza en ciertas áreas. Dicha
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