Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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madre) (Loewald, 1978). Identificó la interacción como el aspecto crítico en la internalización de la representación subjetiva del sí mismo y del otro; pero fue más lejos, desviándose del sentido cosificado de las agencias psíquicas, la defensa y los conflictos inter/intrasistémicos. Al centrarse en la naturaleza de la interacción, destacó el papel que esta “desempeña en la formación, desarrollo e integridad continua del aparato psíquico” (1960, p. 16). Para Loewald, la interacción no solo es fuente de las pulsiones (1960, 1971a, 1978), sino también un aspecto central de los procesos inconscientes. Este énfasis en la interacción como componente básico de la mente encabezó su teoría del inconsciente, reformulando profundamente los aspectos adaptativos y genéticos de la metapsicología freudiana, al mismo tiempo que dejaba de lado los modelos estructurales/topográficos tradicionales. Creía que “…en un análisis, …, tenemos oportunidades de observar e investigar procesos de interacción primitivos, así como más avanzados, es decir, interacciones entre paciente y analista que conducen hacia –o provienen de– etapas de integración y desintegración del yo” (1960, p. 17). Loewald sostenía que Freud postuló dos formas distintas de entender las pulsiones. La primera, antes de 1920, concebía las pulsiones como búsqueda de descarga. La segunda apareció con su introducción del concepto de Eros en 1920, en “Más allá del principio del placer,” donde Freud alteró radicalmente su definición de pulsión, ya no como búsqueda de descarga, sino como búsqueda de conexión, “no usando objetos solo para la gratificación, sino para construir experiencias mentales más complejas y reestablecer la unidad original perdida entre el sí mismo y los otros” (Mitchell y Black, 1995, p. 190). Sin embargo, la revisión de Loewald de la teoría pulsional de Freud requería una reformulación radical de los conceptos psicoanalíticos tradicionales. Mientras que para Freud el ello era una fuerza biológicamente enraizada, en conflicto con la realidad social, para Loewald el ello era un producto interactivo de la adaptación. Según él, la mente no es interactiva secundariamente, sino por su propia naturaleza. Loewald postuló que, al principio, no hay distinción entre el sí mismo y el otro, entre el yo y la realidad externa, ni entre instintos y objetos; más bien, existe una unidad original compuesta por el bebé y sus cuidadores. Propuso que “ [l]os instintos, entendidos como fuerzas psíquicas y motivacionales, se organizan como tales a través de interacciones dentro de un campo psíquico, compuesto originalmente por la unidad (psíquica) madre-hijo/a ” (Loewald, 1971, p. 118). Debido a afirmaciones como esta, los analistas francófonos en Canadá consideran a Loewald, –quien se identificaba como un psicólogo del yo– como un ejemplo del pensamiento del llamado “Tercer Modelo”, que se describe más adelante. Además, su afirmación de 1960 guarda relación con el pensamiento analítico contemporáneo francés a ambos lados del Atlántico: “…las pulsiones instintivas están tan primariamente relacionadas con ‘objetos’, con el ‘mundo externo’, como lo está el yo. […] En otras palabras, las pulsiones instintivas organizan el entorno y son organizadas por éste, tanto como le ocurre al yo con su realidad. Es la mutualidad de la

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