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(4) Los “enactments normales” y el campo analítico En su conjunto el proceso puede describirse como un continuum de enactments normales y patológicos. El analista intenta transformar los contenidos del mundo interno del paciente “escenificados” a través de la interacción con los del propio analista, haciendo uso también de los derivados de su contratransferencia inconsciente. En otras palabras, el analista se involucra voluntariamente –como co-participante– en los enactments que se están dando constantemente en el encuadre analítico por el simple hecho de ser analista. Su objetivo es identificar los enactments continuos de antemano y desmantelarlos a medida que avanza. La mayoría de estos enactments se derivan de identificaciones proyectivas realistas y ocurren en conjunción con la comunicación verbal simbólica. Cassorla (2001) los llama “ enactments normales”. Los enactments normales se dan en un continuum y el analista usa sus intervenciones para desmantelarlos. Estos se contrastan con los “ enactments patológicos”, que se derivan de identificaciones proyectivas masivas y son más difíciles de evitar o desmantelar. Estos pueden clasificarse en agudos , cuando aparecen con gran intensidad, movilizando la díada analítica de forma violenta y duran sólo unos instantes cuando son comprendidos, o crónicos, cuando se prolongan en una confabulación que lleva algún tiempo identificar o conducen a un impase que no puede resolverse. Comparando las ideas de Cassorla sobre los enactments normales con las de Baranger et al. (1983) cuando escriben sobre el proceso (y no proceso) psicoanalítico en el campo, “[h]ay proceso siempre y cuando se detecten y destruyan los baluartes.” (p.13) Se deduce entonces que, cuando los baluartes toman el control del campo, el proceso psicoanalítico deja de funcionar. Esto puede verse como una confirmación de que los baluartes y los “ enactments crónicos” son partes de hechos clínicos similares. (5) El encuadre y el campo analítico Cassorla (2017) diferencia el encuadre del campo analítico. El encuadre abarca ciertos aspectos del campo analítico, pero no su complejidad. Cassorla considera que el encuadre mental es más importante que el encuadre definido por reglas espaciales y temporales. El encuadre mental muestra la capacidad del analista de mantener un estado mental que se sumerge en el análisis. Pero el estado mental del analista también debe permitirle ser consciente de cuándo la díada se está distanciando de lo que el analista considera psicoanálisis. Con esta conciencia, el analista volverá a su quehacer psicoanalítico, en cualquier lugar y en cualquier momento, incluso fuera del consultorio. Estrictamente, el campo del sueño incluye no sólo el encuadre temporal y espacial, sino también el encuadre mental. Pero el campo va más allá, ya que incluye todas las situaciones donde se produce una simbolización como reflejo del proceso analítico. La implicación emocional entre analista y analizado empieza incluso antes de la primera entrevista y continúa después de cada sesión, fuera del consultorio del analista. El analista tiene la ventaja de poder percibir cómo se amplía su universo mental cuando escribe sobre una sesión; cuando habla del analizado con colegas,
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