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infantil severa, concretamente del autismo y la psicosis simbiótica. Sus observaciones la ayudaron a percibir que estos pequeños eran incapaces de crear una relación de crianza con los cuidadores (Mahler, Ross y DeFries, 1949; Mahler, 1952; Mahler y Gosliner, 1955). Esto la llevó a crear una teoría de desarrollo infantil normal, según la cual las relaciones objetales y el sí-mismo son una consecuencia de las vicisitudes instintivas. Siguiendo a Hartmann, “El problema de la ‘adaptación’ en su trabajo se considera como un tipo de acuerdo con el entorno humano” (Greenberg y Mitchell, 1983, p. 272). Para Mahler, el desarrollo no se basaba en el establecimiento de la primacía genital tras una resolución edípica exitosa, sino en el paso de una relación simbiótica madre- hijo a una identidad individual estable en un mundo de otros predecible y percibido de forma realista. Este proceso se denominó “separación-individuación” o “nacimiento psicológico” del bebé. La separación y la individuación son procesos de desarrollo distintos pero complementarios. La separación se define como la emergencia del bebé de la fusión simbiótica con la madre; la individuación consiste en la superación de metas que demuestran al bebé sus propias características individuales (Mahler et al., 1975, p. 4). Si bien los principios de organización de Mahler se basaban en las relaciones entre el sí-mismo y los objetos, sobre todo en los aspectos transaccionales del crecimiento y el desarrollo, estos principios provenían de la teoría clásica de las pulsiones. El bebé, según Mahler, no era alguien que luchaba contra los deseos conflictivos, sino alguien que debía reconciliar constantemente su anhelo por una existencia independiente y autónoma, con un impulso poderoso de volver a zambullirse en la fusión simbiótica de donde había salido. El desarrollo evolucionaba según la duración y características específicas de las subfases. En un primer momento, Mahler describió el proceso de separación- individuación del bebé como una evolución de la fase de “autismo normal”, a la fase simbiótica que desemboca en el período de las cuatro subfases secuenciales (Mahler, Pine y Bergman, 1975). Más tarde, sin embargo, abandonó el concepto del “autismo normal” de los primeros dos meses de vida, basado en el narcisismo primario y la barrera de estímulos, al darse cuenta de que los bebés ya desde el nacimiento muestran signos de tener una conciencia continua de su entorno y de los objetos que hay en él, y la barrera de estímulos es más bien un “filtro de estímulos”, termino que le fue sugerido por Blum (Blum, 2004b). A partir del segundo mes, durante la fase simbiótica, se supone que el bebé solo posee una conciencia vaga de los objetos y se encuentra en un estado de fusión “somato- psíquica delirante” (Mahler et al., 1975, p. 45). Esto se consideró un estado positivo de interrelación, que se daba en un contexto intrapsíquico en ausencia de límites entre el sí-mismo y el otro (Fonagy, 2001). También se dio mucha importancia al reflejo de los afectos durante esta fase. La madre sensibilizada establece y mantiene un diálogo
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