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en estos temas fundamentales mediante el uso de modelos más homólogos al conocimiento actual en campos relacionados” (Compton, 1983, p. 396). También aborda las controversias persistentes sobre la clasificación de las pulsiones, básicamente la agresión frente a la libido y la pulsión sexual . Enfatiza que, a pesar de la aceptación generalizada de la idea de que la agresión es paralela a la sexualidad en todos los aspectos, existen discrepancias importantes. Observando la consistencia de la teoría psicoanalítica del desarrollo pulsional , así como sus necesarias modificaciones y alteraciones, escribe: “…el trabajo observacional cuidadoso ha conducido a modificar nuestras ideas sobre la edad de inicio de la conciencia genital, sobre el desarrollo y la función sexual femenina, y sobre el período de latencia” (Compton, 1983, pp. 396-397). IV. D. HAROLD BLUM: REVISIÓN DEL DESARROLLO FEMENINO CON IMPLICACIONES PARA LA TEORÍA DE LA LIBIDO Y DE LA PULSIÓN Uno de los que contribuyó organizativa y conceptualmente a las modificaciones de la teoría psicoanalítica del desarrollo femenino con implicaciones para la teoría pulsional fue Harold Blum. Como jefe editorial del Journal of the American Psychoanalytic Association , Blum reflexionó sobre los suplementos especiales de la revista (Blum y Galenson, 1978; Blum, 1996), con autores invitados como Eleanor Galenson y Herman Roiphe, Samuel Ritvo, Gertrude Ticho, Judith Kestenberg, Henri Parens, Selma Kramer, Nancy Chodorow, Rosemary Balsam, Phyllis Tyson, Nancy Kulish y Deanna Holtzman, Anni Bergman y su propia contribución, entre otras, que resumen algunos de los cambios expuestos a continuación. Por un lado, se cuestiona el sesgo falocéntrico, según el cual las madres aparecían como eclipsadas por los padres y los genitales femeninos eran devaluados. Ahora, en cambio, el superyó femenino ya no se considera débil o deficiente, y las diferencias sexuales en su estructura y función ya no reciben valoraciones normativas. La libido no se considera exclusivamente masculina, ni tampoco se consideran la pasividad, el narcisismo o el masoquismo como rasgos esencialmente femeninos. Ni el masoquismo ni la envidia están restringidos a las mujeres ni se relacionan necesariamente con la ausencia de pene. La envidia se reconoce como un afecto importante con muchas fuentes y consecuencias en ambos sexos. Tanto niños como niñas sienten envidia entre ellos y hacia los adultos. La envidia de pene ha sido conceptualizada de varias formas: como reacción a la fantasía de castración, como organizadora del desarrollo masculino de la niña, como disfraz de otras pérdidas y decepciones, como metáfora de una gran variedad de deseos infantiles y como medio tanto para poseer a la madre como para separarse-individuarse de ella. La envidia de pene se reconoce, así, como una formación de compromiso compleja, que representa todo lo anterior, así como una envidia sobredeterminada hacia el varón. La fantasía de la mujer fálica en ambos sexos es una fantasía universal importante y representa la
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