Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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maduración y por estímulos externos, especialmente en el contexto de las relaciones tempranas, que a su vez daban cuerpo al mundo representativo del bebé. Este enfoque biológico le permitió establecer vínculos con los modelos pulsionales y estructurales. Su segunda estrategia teórica consistió en revisar los principios económicos, lo que la llevó a concluir que “la teoría de la energía debe ponerse en mayor sincronía con las vicisitudes de las relaciones objetales” (Greenberg y Mitchell, 1983, p. 306). En opinión de Jacobson, la experiencia de placer o displacer del bebé es el núcleo de su relación con la madre (modelo pulsional/estructural). Desde el comienzo, el bebé registra la experiencia según cómo la viva. Jacobson especuló que la intensidad emocional de las primeras experiencias contribuye a la consolidación de la libido y la agresión, al mismo tiempo que sienta las bases para la creación de las imágenes del sí- mismo y objetales que determinarán cómo nos sentimos con nosotros mismos y con los demás. Experiencias frustrantes o perturbadoras producen imágenes de una madre frustrante y retentiva y un sí-mismo frustrante y enojado, mientras que experiencias más positivas conducen a una imagen de una madre amorosa y afectuosa y a un sí- mismo feliz y contento. La teoría de Jacobson, por tanto, abordó la interacción entre las experiencias reales y las pulsiones. Jacobson (1954) observó que, en el bebé, antes de que se formen fronteras entre el sí-mismo y el otro, cuando las primeras imágenes están fusionadas y no separadas en unidades independientes, la percepción que el niño tiene del otro moldea directamente la experiencia del sí-mismo en sus representaciones mentales. En este estado de fusión primitiva, los objetos se convierten en partes internalizadas de las imágenes del sí-mismo y, de hecho, el sentido más profundo del sí-mismo es una consecuencia de estas primeras imágenes. Jacobson observó que la integración de imágenes buenas y malas, es decir, tanto la madre “buena” como la “frustrante”, facilitaban la capacidad de integrar emociones conflictivas. En última instancia, las imágenes del sí-mismo y de otros integradas de forma afectiva mejoran la capacidad del bebé de tener experiencias emocionales complejas. Las primeras experiencias preedípicas de las restricciones y prohibiciones maternas producen imágenes tempranas en torno a las cuales más tarde se forma el superyó. Freud (1940) describió la libido como una fuerza que une, mientras que la agresión rompe las conexiones. Jacobson incluyó estas ideas en la teoría de separación- individuación, puesto que, según ella, la libido actua para integrar imágenes opuestas de objetos buenos y malos y del sí-mismo bueno y malo, mientras que la agresión fomenta la separación e imágenes diferenciadas del sí-mismo y el otro. Con ello apuntaba a una integración de la teoría clásica de la pulsión con la teoría de las relaciones objetales.

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