Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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En primer lugar, bajo la influencia de estados de máximo afecto, se construye una estructura psíquica dual durante los años preverbables. Esta estructura dual está formada, por un lado, de representaciones idealizadas del sí-mismo relacionadas con un objeto idealizado (niño y madre) que se encuentra bajo la influencia de estados afectivos (filiales) extremadamente positivos; y, por otro lado, de un conjunto diádico de relaciones opuestas que se desarrolla bajo la influencia de afectos extremadamente negativos (aversivos, dolorosos), constituido por una representación frustrante o agresiva del objeto conectada a una representación frustrada, enfurecida y/o sufriente del sí mismo (Kernberg, 2004). La internalización diferenciada de las relaciones objetales –lo “todo bueno” y lo “todo malo”– conduce a una estructura intrapsíquica caracterizada por mecanismos primitivos de disociación o escisión, y mecanismos derivados de la identificación proyectiva, la idealización y devaluación primitivas, la omnipotencia y el control omnipotente, y la negación. Al mismo tiempo, bajo la influencia de estados afectivos pobres, el desarrollo cognitivo temprano se ve arrastrado por impulsos instintivos de “búsqueda” no específicos (Wright y Panksepp, 2014) para aprender sobre la realidad. Esto conduce a una formación prematura de conceptos y a la comprensión del mundo externo animado e inanimado, que se desarrolla simultáneamente con las experiencias emocionales de los estados de máximo afecto, regulados internamente por los mecanismos de escisión y disociación. En estas circunstancias tempranas, se supone que no existe un sentido integrado del sí-mismo ni una visión integrada de los otros. Las representaciones del sí-mismo y de los otros se dividirían y/o disociarían en representaciones objetales parciales del sí- mismo idealizadas y/o persecutorias, según el estado de máximo afecto al que vayan asociadas. Tal desarrollo coincide aproximadamente con el período preedípico, de constancia pre-objetal (Mahler et al., 1975) y con la “posición esquizoparanoide” (Klein, 1952a, b). En este sentido, la psicopatología (entendida como un trastorno límite de la personalidad) refleja el fracaso de la integración de la identidad del yo, típico del síndrome de difusión de la identidad. Las operaciones defensivas primitivas predominantes, centradas en la escisión, y ciertas limitaciones en la prueba de la realidad que se manifiestan en aspectos sutiles del funcionamiento interpersonal, caracterizan este nivel de desarrollo, el cual, si queda fijado en este primer nivel, origina una patología grave del trastorno de la personalidad (límite). Los conflictos intrapíquicos de esta patología se desenvuelven entre dos conjuntos opuestos de unidades internalizadas de relaciones objetales, donde cada unidad está formada por la representación del sí-mismo y los objetos bajo los efectos de una pulsión derivativa (clínicamente manifestada como una disposición al afecto). En el segundo nivel de desarrollo, que emerge durante los tres primeros años de vida, la comprensión realista del mundo circundante y el predominio de las experiencias buenas (gratificantes) sobre las malas (frustrantes), facilita la integración gradual de experiencias emocionales contradictorias. Tolerar la ambivalencia, las relaciones emocionales positivas y negativas con respecto a los mismos objetos externos, conduce

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