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fobia, obsesiones, compulsiones, depresión y conversiones). Las pulsiones forman solo una parte de las formaciones de compromiso en trastornos como los alimentarios (A. Freud, 1956), actitudes suicidas (Menninger, 1933; Volkan, 1983), numerosos rasgos de personalidad disfuncionales, el “romance” (Blackman, 2010), las disfunciones sexuales psicógenas e incluso las actitudes políticas (Parens, 1973, 2012). Blackman (2013) menciona que el sadomasoquismo no puede entenderse sin reconocer que hay un placer en el dolor, así como en el hecho de infundir miedo (por ejemplo, el “bullying”), por parte de cualquier género (Blackman, 2013). La intimidación actúa, en parte, como una defensa (Blackman, 2003) frente a sentimientos de incompetencia, pero es solo un componente dentro de una formación de compromiso, que involucra elementos de la pulsión agresiva. Siguiendo a Anna Freud, Marianne Kris y otros (A. Freud, M. Kris, R. Eissler y A. Solnit, 1977), quienes describieron la “distribución de la libido” clínicamente, y la formulación de Brenner (1982) de los deseos agresivos y libidinales como fenómenos mentales clínicamente observables , Blackman (2003, 2010, 2013) presenta una descripción detallada de las manifestaciones clínicas y evolutivas de ambas pulsiones como parte integral de la evaluación de la organización dinámica y evolutiva de la personalidad. En esta línea, describe la progresión de los deseos libidinales y agresivos a lo largo de la vida como: 1). Operaciones mentales en constante desarrollo, 2). Reacciones placenteras conscientes e inconscientes a desarrollos anatómico- fisiológicos, y 3). Una motivación para el pensamiento y la conducta . Esta progresión de deseos pulsionales libidinosos y agresivos, tanto conscientes como inconscientes, se correlaciona con las conocidas fases oral, anal, genital primaria, latencia y genital madura (Freud, 1905a; Auchincloss y Samberg, 2012). A medida que se dan los fenómenos biológicos nodales, estos son percibidos como placenteros, recordados e integrados con las personas (“representaciones objetales”) involucradas (Loewald, 1978), formando los deseos pulsionales agresivos y libidinales de cada fase. En cuanto a la pulsión libidinal, la fase oral empieza con el reflejo de succión; la fase anal con la mielinización de los nervios del esfínter anal; la fase genital primaria con la capacidad psicomotriz para producir una obstrucción del tejido eréctil en el pene y en el clítoris ( corpora cavernosa ); y la fase genital madura con el orgasmo. En cuanto a la pulsión agresiva (según los cuatro tipos de agresión de Parens), la fase oral empieza con el reflejo de agarre; la fase anal con la verbalización del “no” y con romper objetos; la fase genital primaria con los “juegos rudos”; y la genital madura con la capacidad de herir o matar a otros (agresión destructiva hostil) y ambición (agresión no hostil no destructiva). Estos fenómenos biológicos se perciben, se recuerdan y luego se integran con placer y con las imágenes de las personas asociadas. Las dos pulsiones están profundamente entrelazadas (Raphling, 1998). Blackman afirma que el diagnóstico psicoanalítico siempre abarca la evaluación de las funciones yoicas, las fortalezas del yo, las relaciones objetales y el desarrollo del
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