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Otro de los primeros precursores, Sandor Ferenczi (1928/1955, 1932/1988), presentó el psicoanálisis como la interacción de dos personalidades reales. Su reconocimiento de la centralidad de la contratransferencia como complemento mutuamente moldeador de la transferencia, la participación activa del analista, la flexibilidad de la técnica psicoanalítica, sus intereses en la comunicación inconsciente junto con el trauma y la retraumatización, han seguido inspirando a generaciones posteriores de teóricos del campo interpersonal y relacional (Aron y Harris 2010; Bass, 2001, 2003, 2015; y muchos otros). Tanto el psicoanálisis interpersonal como el relacional se centran en el concepto de campo como una teoría del campo definida de forma muy amplia . En la mayoría de los escritos interpersonales y relaciones, se encuentra implícito que la situación analítica se define en términos de su relacionalidad , a la que Stephen Mitchell (1988) se refiere como matriz relacional . A lo largo del desarrollo de esta perspectiva, uno de los temas más destacados ha sido la transición del analista como observador participante a participante observador . Aquí se enfatiza que el analista no puede no interactuar en el proceso terapéutico (Hirsch 2015). Los cimientos de este cambio se encuentran en el trabajo de Edgar Levenson (1972, 1983, 1991, 2017; Levenson, Hirsch y Iannuzzi, 2005), Benjamin Wolstein (Bonovitz, 2007; Wolstein, 1953, 1959, 1983; Hirsch, 2015) y, más tarde, Merton Gill (1982, 1995). Levenson describió la “ transformación” inconsciente del analista por parte del campo , moldeada por los patrones de sentimientos, pensamientos y conductas interpersonales inconscientes que se originan en la familia del paciente y luego se convierten en estructuras influyentes, inconscientes y duraderas en la mente del paciente. Para Levenson, el tratamiento se convirtió en una lucha para que el analista captara esta transformación y la usara en beneficio del paciente. Aquí, el analista empezó a ser entendido como alguien que estaba involucrado con el paciente de la misma forma que el paciente lo estaba con el analista, sin que ambos fueran inicialmente conscientes de una parte sustancial de esta cooperación. Donnel Stern (2013a, 2013b, 2013c) defiende con elocuencia los principios fundamentales de la teoría del campo analítico, cuando describe cómo el analista y el paciente se encuentran constante e inevitablemente, consciente e inconscientemente, en interacción entre sí. Esta interacción tiene que ver con lo que experimentan en presencia del otro –especialmente en términos de los aspectos afectivos de la experiencia– y en cómo se comportan. Aquí, el campo es la suma total de todas las influencias conscientes e inconscientes que cada uno de los participantes analíticos ejerce sobre el otro, así como el resultado de todas estas influencias, la relación y la experiencia que se crea entre las dos personas como resultado de la forma que tienen de tratarse. Tan pronto como se produce un resultado en el campo –tan pronto como el campo cambia para adaptarse a las influencias proporcionadas por sus participantes– ese resultado ejerce una influencia en el siguiente momento de la relación. Como las
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