Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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descubierta por Freud y no es innata, sino que se trata de una implantación del otro real, aunque la realidad que cuenta –haciendo una referencia muy crítica al trabajo de Lacan– es la realidad del “mensaje”, una tercera realidad que Laplanche añade a las realidades psíquicas y materiales de los freudianos. Por tanto, para Laplanche, la sexualidad humana –entendida como una sexualidad mediada por la fantasía– proviene del otro y es “otra” (ajena al yo). Otro autor que ha reflexionado profundamente sobre el papel del cuidador real en la transformación del aparato psíquico es Reid (2008a, 2008b, 2010, 2015). Él y otros como Botellas (2004, 2007), Brusset (1988, 2005b, 2006, 2013) y Seulin (2015) defienden que el proceso de pensamiento primario de Freud no solo nos ha descubierto que el estado mental dominante del bebé es alucinatorio y completamente inconsciente, sino que también nos ha develado que el establecimiento del principio del placer en el corazón del aparato psíquico no es innato sino que es producto del placer compartido por el ambiente y el bebé en torno a la satisfacción de la necesidad. El “estado mental” freudiano, tal como se expone en Interpretación de los sueños , es una mente capaz de distinguir la representación de la percepción, el deseo de los hechos externos. Mientras que, como observó Freud en 1897 con respecto al inconsciente, un deseo catectizado por el afecto es difícilmente distinguible de una percepción. El inconsciente siempre opera de forma potencialmente traumática, en tanto que se espera que el pensamiento se traduzca inmediatamente en acción. La transformación, o, más exactamente, la adición de un segundo modo de funcionamiento cognitivo que inhibe el primero –el proceso secundario designado por Freud–, exige una intervención benevolente del objeto. El sostén, la ensoñación o la respuesta inadecuada de los primeros cuidadores tiene la consecuencia añadida de dejar grandes extensiones de procesamiento inconsciente a un nivel mágico e intrínsecamente traumático. En cambio, cuando el entorno ha sido lo suficientemente bueno, la “realidad” se vuelve simultáneamente perceptual y alucinatoria, ya que el niño se encuentra con el mundo externo y es impulsado por la ilusión creativa de sus propias pulsiones. Desde este punto de vista, la pulsión de muerte es el desencadenante tóxico del fracaso de la infusión de la representación a través de la pulsión. Un contemporáneo de Lacan, Winnicott y Green, Loewald, de los Estados Unidos, también rechazó la separación entre las relaciones objetales y las pulsiones a través de una “revisión del propio concepto de instinto” (1972, p. 324). “Se sugiere que las pulsiones instintivas, entendidas como fuerzas psíquicas, deben conceptualizarse como organizadas a través de interacciones dentro del campo psíquico unitario madre-hijo más que como algo constitucional o innato” (p. 324). Al estudiar el concepto freudiano de “vinculación”, Loewald señaló que las implicaciones relacionales no son evidentes en Freud, puesto que la fusión y la difusión, la vinculación y la desvinculación, podrían darse en un vacío sin objeto. Loewald se dio cuenta de que la vinculación de los instintos exige la “mediación” del objeto, tanto para su “domesticación” como para su “representación”. De hecho, parece hacer referencia a la noción de “necesidades del yo” de Winnicott, que Winnicott lamentaba porque, según él, muchas ideas

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