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sí mismo. Esta relación entre un sí mismo que se hace cohesivo a través de la actividad del objeto del sí mismo se ha denominado psicología de “una persona y media”. Se hicieron dos revisiones importantes a esta concepción original. Una marcó un cambio en el lenguaje y las concepciones de la hipótesis de la estructura, moviéndose hacia una teoría más cercana a la experiencia ( Lichtenberg , 1975, 1979, 1992). El hecho de abordar el sentido del sí mismo, el sentido del objeto y una experiencia de animación y cohesión del objeto del sí mismo conectó la Psicología del sí mismo con la subjetividad de la intersubjetividad. Una segunda revisión más profunda fue la propuesta de Robert Stolorow (1997) sobre la intersubjetividad, inherente a toda relación humana y propia del campo intersubjetivo. En la concepción de Stolorow (1997), el campo intersubjetivo , que se encuentra en la intersección de las subjetividades individuales, está en el centro de todo el marco psicoanalítico, así como de toda relación humana y todo desarrollo. Los individuos se fusionan como precipitados del campo. El campo funciona en el presente, en tiempo real. En sentido estricto, la repetición no se produce (Katz 2013, p. 291). Aquí, el mismo campo intersubjetivo, y no los individuos que lo componen, es el componente básico e indivisible de la experiencia. Este campo es el todo funcional y es el objeto del proceso psicoanalítico (Stolorow y Atwood, 1989). En el proceso psicoanalítico, “[e]l campo psicológico formado por la interacción de la transferencia del paciente y la transferencia del analista es un ejemplo de lo que llamamos un sistema intersubjetivo ” (Stolorow 2013, p. 383, original en cursiva). Debatiéndose entre el contextualismo y la fenomenología versus la metafísica y la metapsicología, Stolorow y Atwood (2013) hicieron una declaración notable: “A medida que nuestras ideas han ido evolucionando (Atwood y Stolorow, 2984, 1993; Orange, Atwood y Stolorow, 1997; Stolorow y Atwood, 1992; Stolorow, Atwoon y Orange, 2002; Stolorow, Branschaft y Atwood, 1987), se ha hecho evidente que nosotros tampoco hemos escapado al impulso metafísico. El concepto de campo intersubjetivo –por muchos años central para nuestra teorización– contiene en sí mismo una tendencia a objetivarse y universalizarse. Por esta razón, hemos tratado de pensar en la integración de esta idea en los contextos personales y colaborativos de nuestro trabajo conjunto (Atwood y Stolorow, 2012) y, de este modo, trascender su influencia potencialmente limitante, con el objetivo de comprender mundos todavía inexplorados de la experiencia humana. La metafísica, que surge como respuesta a la trágica finitud de nuestra existencia, no puede trascenderse de forma permanente y, por lo tanto, nunca habrá una teoría psicoanalítica que esté completamente libre de metapsicología. Sin embargo, la respuesta al dilema que esto plantea para nuestra disciplina descansa en un compromiso compartido con la reflexión sobre los contextos constitutivos de todas nuestras ideas teóricas, incluida la idea misma del contexto…” (Stolorow y Atwood 2013, pp. 418-419). En la terapia analítica, el campo intersubjetivo de la interacción de las subjetividades del analista y el analizado desplaza el énfasis tradicional en la transferencia y la contratransferencia hacia una expresión ampliada de la experiencia
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