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corrientes de catexis libidinal, una que sigue los caminos del “aparato para obtención de dominio” (los órganos de los sentidos, el aparato motor, etc.) y busca apropiarse del objeto, y otra que catectiza las zonas erotógenas y la experiencia de satisfacción a través de la estimulación en contacto con el objeto. En la lectura que Denis hace de la teoría pulsional de Freud, al principio de los “Tres Ensayos…” (1905), Freud introduce la noción del “instinto de dominio”, el Bemächtigungstrieb , asociado a un aparato corporal que le corresponde, el “aparato para obtención de dominio” ( Bemächtigungsapparat, p. 159), que reúne habilidades motoras, órganos de los sentidos, tacto, visión y audición. Este aparato es tanto activo como receptivo, capaz de percibir y recibir/aprehender los intentos de otro de aferrarse a él. El otro aparato descrito por Freud es el constituido por las zonas erógenas, capaces de proporcionar una “experiencia de satisfacción”, cuyo modelo mayor es el orgasmo. Existen entonces dos posibles caminos de investidura libidinal: los del aparato para obtención de dominio, por un lado, y por el otro, las zonas erógenas con las sensaciones que estas tienen el poder de desencadenar. Los caminos del aparato permiten la investidura de elementos del mundo externo. El resultado de esta combinación de catexis constituye una “representación”, cuya evocación posterior permite tolerar durante un cierto período la ausencia del objeto satisfactorio. En base a esta concepción, Denis distingue las representaciones propiamente dichas, vehículos de satisfacción, de las “imagos” e imágenes traumáticas que generan excitación, pero que no se vinculan con los caminos tomados por las pulsiones. Este modelo hace posible reconciliar la idea de “búsqueda del objeto” con la “búsqueda de placer”, y comprender las relaciones objetales en el contexto de la sexualidad infantil. La destructividad se considera en términos de una “locura de dominio” y no en función de la hipótesis freudiana de la pulsión de muerte. Denis sostiene que el placer y la satisfacción adecuados solo pueden obtenerse plenamente a través de una acción ejercida sobre el sujeto. Ese es el papel asignado a las conductas apropiativas y a los esfuerzos por aferrarse al objeto. Observa que Freud asigna a la pulsión de aferrarse al objeto sexual la tarea de conquistarlo, subyugarlo y poseerlo físicamente para que se realice el acto sexual. Freud no separa la búsqueda de satisfacción del ejercicio de la voluntad –del agarre–, sino que más bien los vincula. El movimiento pulsional empieza con un aumento de excitación libidinal, que se inviste primero en el ejercicio de un dominio sobre el objeto, para llevarlo al contacto con la zona erógena y ejercer sobre ella una acción que conducirá a una experiencia de satisfacción, a una descarga. Considerando el ejemplo del niño, el aumento de excitación libidinal lo conduce a emitir una agitación motriz que tiene el efecto de traer hacia él un pecho sobre el cual ejercerá una fuerza de agarre: los efectos motores de la succión estimulan la zona erógena oral y producen, en una experiencia de satisfacción, no solo una “descarga” sino también una realización. Denis señala que, al inicio de la organización psíquica, las pulsiones son denominadas “pulsiones parciales” en la medida en que inicialmente se centran, para el bebé, en una parte de sí mismo y se interesan únicamente por objetos que son
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