Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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objeto malo aumenta las frustraciones, la envidia y los odios primitivos, lo que también es característico de un objeto enloquecedor. Todos los años que estuvo trabajando en hospitales públicos y en su propia Comunidad Terapéutica de Estructura Multifamiliar, abordando patologías complejas, hicieron que descubriera la importancia de las interdependencias recíprocas para comprender la patología mental. Para él, la mente está compuesta de interdependencias recíprocas sanas, las cuales proporcionan seguridad, y/o de interdependencias patogénicas enloquecedoras. Gracias a su experiencia clínica con pacientes con enfermedades mentales graves y sus familiares, formuló esta idea de que el funcionamiento mental se basa en un intercambio de ida y vuelta entre dos mentes: una en desarrollo y en crecimiento, y la otra que ya ha alcanzado un nivel de desarrollo avanzado. Asimismo, amplió la comprensión de los mecanismos de defensa del yo para abarcar aspectos más profundos del funcionamiento de la mente. García Badaracco pensó la relación como un intercambio sujeto-objeto: dos sujetos con características distintas en interdependencia recíproca, lo que le llevó a la conceptualización de las “ presencias enloquecedoras ”. En este sentido, el concepto de “fijación” se entiende como la persistencia de un vínculo con un objeto que contiene las características de un objeto/presencia enloquecedora dentro de la psique. Tal presencia es alimentada desde el exterior por un objeto parental real, que impone desde el principio la condición de ser esencial para la vida de la persona. “La experiencia de separarse de una madre, que además de causar sufrimiento funciona como un ‘veneno necesario’ para neutralizar el dolor psíquico, se vive como una amenaza de muerte tanto para la madre como para el niño” (Mitre, 2008, p. 6). El hecho de depender de personas sin recursos deja al paciente expuesto, debido a su posición indefensa ante cualquier situación traumática. García Badaracco sostenía que dentro del aparato psíquico de una persona seriamente enferma se puede formar una simbiosis patológica de maestro y esclavo, con roles intercambiables pero indispensables. Es debido a la fijación permanente en el objeto enloquecedor que ninguno de los miembros de esa relación simbiótica puede alcanzar una verdadera individuación o autonomía. El paciente mentalmente enfermo está atrapado en una relación de dos. Esta trama enfermiza y enloquecedora solo puede ser deconstruida por un tercero, que proporciona una función estructuradora al yo inmaduro e indefenso. Ser visto como la persona enferma o loca es potencialmente enfermizo. Sin embargo, siempre hay una virtualidad saludable dentro de la persona, por muy enferma que esté. Solo cuando el verdadero sí-mismo es rescatado por otros, y mientras se den las condiciones necesarias, el yo puede desidentificarse gradualmente de esas presencias hasta que sienta que es “visto” como una persona sana, no enferma (puesto que eran sus padres los que lo “ veían ” enfermo). Es solo entonces que esta persona puede contar con otra persona, u otras personas, y renunciar a la omnipotencia con la

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