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que mantenía los síntomas para defenderse y evitar establecer una relación interdependiente sana. Es a través de esta función del tercero que el terapeuta puede percibir, más allá de las identificaciones patogénicas y patológicas, el potencial de una virtualidad sana subdesarrollada, refrendada y enmascarada por identificaciones y personajes que la ocultan –lo que Winnicott describe como un falso yo. “Una organización defensiva en la que se asumen prematuramente las funciones de cuidado y protección maternas, de modo que el niño se adapta al ambiente y, simultáneamente, protege y oculta su verdadero self [ sí-mismo ]” (Winnicott, 1989, p. 47). Esta virtualidad potencial oculta corresponde a aspectos yoicos disociados e interrumpidos en su desarrollo. Se construye un personaje para mantener “con vida” a la verdadera persona oculta. Esa presencia tranquilizadora y estructuradora, que fomenta el desarrollo de los recursos yoicos para defenderse a sí mismo de las acciones psicopáticas impuestas por otros, sigue el modelo de alteraciones del yo descrito por Freud en Análisis terminable e interminable (Freud, 1937). Entonces, emerge lo que Balint llamó el “nuevo comienzo”: “... (a) Remontarse a algo ‘primitivo’, a un punto anterior a aquel en el que comenzó el desarrollo defectuoso, movimiento que puede considerarse una regresión; (b) Descubrir, al mismo tiempo, un nuevo camino que equivale a un progreso” (Balint, 1968, p. 159). Desde el punto de vista de García Badaracco, este momento está relacionado con la desidentificación de esas presencias enfermas pero indispensables, desgastadas gracias a la técnica terapéutica del desarrollo psicoemocional. “Hay un período de desidentificación de los objetos enloquecedores en que el paciente siente que no puede regresar a lo que era antes. Las características patógenas con las que solía identificarse se han vuelto borrosas y se producen una serie de transformaciones dentro del aparato psíquico. Estas configuraciones son muy nuevas y aún no presentan una imagen coherente” (García Badaracco, 1980, p. 271). Sin embargo, García Badaracco advierte que la desidentificación interna de las presencias enloquecedoras es un proceso largo y gradual, ya que el paciente puede confundir la desidentificación de una cierta presencia por la misma sensación de vacío o muerte que lo llevó a enfermarse. VI. Ah. Willy Baranger: “El objeto muerto-vivo” Willy Baranger (1961-1962) describió una estructura particular del objeto que parece darse en todos los procesos de duelo y estados depresivos, aunque no de forma exclusiva: una estructura en que el objeto se experimenta como medio muerto, medio vivo. La experiencia clínica y los productos de la fantasía (mitos, leyendas, novelas, etc.) revelan una gran variedad de este tipo de estructuras, algunas de las cuales son persecutorias, mientras que otras están dañadas y deprimidas. En algunos casos, la génesis de la depresión parece centrarse en el objeto muerto-vivo, que ocupa un lugar
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