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lo que respecta al desarrollo psicosexual del individuo) y con cada transformación que experimenta la pulsión (oral, anal, fálica, el amor al objeto)– y siguiendo con los autores posfreudianos, se puede inferir la incidencia de la negación estructural (tanto como defensa como vicisitud de la pulsión) a través de la dialéctica de la presencia–ausencia. Desde este punto de vista, la herida narcisista está siempre presente. El trabajo psíquico de las defensas, donde el “no” tiene un estatus privilegiado, permite deconstruir el negativismo que sumerge a la pulsión de muerte en una especie de causalidad ontológica. Casas de Pereda propone abandonar la atribución de lo “traumático” a la pulsión de muerte, porque lo mortífero no es nunca la pulsión en sí, sino la forma en que sus efectos son tratados por “el otro”. Es una forma distinta de considerar la muerte, entendida no como un objetivo instintivo-biológico, sino como consecuencia de la pérdida del amor del objeto.
VI. E. DESARROLLO DEL CONCEPTO EN EL PSICOANÁLISIS MEXICANO
VI. Ea. Juan Vives Rocabert Juan Vives Rocabert , miembro de la Asociación Psicoanalítica Mexicana y autor del libro “La muerte y su pulsión” (2013), introduce el concepto de pulsión de muerte desde una perspectiva biológica, religiosa y filosófica. Sin embargo, dado que su libro se centra en el concepto freudiano de pulsión de muerte, señala una distinción conceptual entre la noción de muerte en el ámbito biológico y el concepto de pulsión de muerte de linaje puramente psicoanalítico. En la reseña del libro, Patricia Reyes , de la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara (2015), destaca que una pregunta recorre toda la obra: ¿La muerte del individuo obedece, entre otras causas, a la pulsión de muerte, en oposición a Eros? Rocabert parte del interrogante sobre si la pulsión de muerte responde al concepto general de pulsión; es decir, si se caracteriza –de manera análoga a las pulsiones sexuales– por la presión/intensidad, fuente, objeto y meta. Recorre un camino conceptual que parte del principio de Nirvana y de la tendencia hacia la descarga completa (opuesta al principio de constancia y a las leyes que rigen el principio del placer). Además, Rocabert explora las correlaciones entre la conceptualización psicoanalítica de la pulsión y la pulsión de muerte con nociones contemporáneas de la biología molecular, como el “programa genético” y de “muerte programada”. La muerte y la pulsión de muerte se entienden como complementos inevitables de otra gran fuerza que asegura la perpetuación de la especie: las pulsiones sexuales y la psicosexualidad. El concepto de pulsión de muerte se considera indispensable para el estudio y la explicación de fenómenos clínicos como la compulsión de repetición, la transferencia, la reacción terapéutica negativa, el sentimiento inconsciente de culpa, la melancolía y el suicidio, así como otras formas veladas de autodestrucción como las adicciones, la anorexia, la bulimia y los trastornos psicosomáticos, entre otros.
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