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hacia la gratificación de estímulos, que puede vincularse con cualquiera de los otros sistemas afectivos. Por su falta de especificidad, Brian Johnson (2008) también considera que el sistema SEEKING representa una versión contemporánea de la pulsión freudiana. Retomando trabajos anteriores de Panksepp (1998), Berridge y Robinson (2003), Shevrin (2003), Schore (2003) y muchos otros, Johnson sigue la observación de Freud (1920) sobre una fuerza “…más primitiva, más elemental, más instintiva que el principio del placer…” (p. 23), mediante un examen de las vías neurales y los mecanismos de señalización que subyacen a la pulsión, el placer y la catexis. Propone así una teoría neuropsicoanalítica donde la salud emocional se facilita por la alineación entre pulsión y placer, mientras que la neurosis surge del deseo urgente de relaciones que causan dolor y frustración, producto de una desalineación entre dos sistemas neurales distintos. Dentro de este marco, los conceptos de compulsión de repetición y el instinto de muerte son adventicios. En su publicación posterior, Johnson (2010) demuestra cómo comprender la neurobiología que subyace a la metapsicología puede facilitar modelos más precisos del funcionamiento humano y orientar las intervenciones psicoanalíticas. Empleando las nociones de Panksepp de “pánico-separación” y el sistema dopaminérgico SEEKING del área tegmental ventral, analiza el caso de un paciente adicto a la heroína. Tras el análisis del sistema de “pánico” alterado, el paciente fue capaz de tolerar el deseo sin consumir heroína durante nueve años tras el final del análisis. Por su parte, Mark Solms (2020, 2021) también ha redefinido el concepto de pulsión como relacionada con los afectos, a la luz de su modelo integrador que vincula la neurociencia contemporánea con la teoría psicoanalítica. Basándose en las formulaciones de Panksepp (1988) y Friston (2010), Solms designa como pulsión la presión hacia el trabajo que induce la saliencia del afecto en el sistema nervioso central , por lo que existirían, al menos, tantas pulsiones como sistemas afectivos. El analista latinoamericano Guillermo Sánchez Medina, en su libro “Pulsiones de vida y muerte” (2001), propuso hipótesis originales que contemplan la vinculación entre biología molecular, inmunología y psicoanálisis. Según Medina, las pulsiones serían la organización de “fuerzas al servicio de la vida y la muerte orgánica, que buscan reestablecer un orden y un estado de interrelación y movimiento con otras fuerzas (cargas opuestas, antimateria y/o antipartículas), que alteran este funcionamiento o, por el contrario, preservan el equilibrio y el orden, lo cual nos lleva también a la teoría de la complejidad y el caos”. Basándose en estudios científicos contemporáneos del sistema inmunológico, apoptosis e inmunología, Sánchez Medina intenta “dar cuenta de los fenómenos bioenergéticos instintivos naturales”, proponiendo una hipótesis, no un paralelismo, al buscar un puente que conecte con la interpretación de hechos psicobiológicos, obviamente originados en la biología molecular, los descubrimientos de la inmunología y del psicoanálisis, los cuales, una vez integrados, estos elementos podrían permitir la construcción de otro puente para la comprensión de lo somático y
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