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América Latina (Borensztejn, 2014) encontramos una gran variedad de definiciones de la transferencia, pero todas coinciden en una tesis: la transferencia es una respuesta mayormente inconsciente del paciente hacia el analista. Como esta respuesta está formada por experiencias tempranas de la vida del paciente, entre las que puede haber un yo interiorizado y representaciones de objeto afectadas por traumas, pasiones, fantasías y conflictos adyacentes, también puede conceptualizarse como una expresión de un deseo de revivificar o actualizar fantasías de relaciones de objeto intrapsíquicas y multi-determinadas. La variedad de formulaciones refleja una pluralidad de conceptualizaciones teóricas, tanto de los aspectos repetitivos como interactivos de la transferencia, en relación con el contenido , los mecanismos y la metodología del compromiso clínico en el contexto del encuadre psicoanalítico. Esta entrada empieza con la evolución multidimensional del concepto y concluye con un esbozo de las convergencias que encontramos en esta pluralidad teórica y clínica a través de los continentes.
II.
FREUD Y EL ORIGEN DEL CONCEPTO DE TRANSFERENCIA
Históricamente, la noción de transferencia empezó a desarrollarse cuando el psicoanálisis se encontraba en su fase expansiva, distanciándose de la hipnosis, la sugestión y el método catártico – aunque la cuestión de la transmisión psíquica se retomaría más adelante desde el enfoque de la telepatía. En su traducción alemana del artículo de Bernheim, “De la suggestion et de ses applications à la thérapeutique” (1886), Freud prefiere el término Übertragung para referirse a la palabra francesa “ transfert ”, empleada en el campo de la hipnosis. Cuando en La interpretación de los sueños (1900), Freud la introduce en el contexto del significado oculto de los sueños, la entiende como un desplazamiento de un deseo reprimido, que adopta la apariencia de una representación trivial formada con los residuos “indiferentes” del día (1900: 563). Por ello, la transferencia consiste, en primer lugar, en un desplazamiento de energía libidinal de un extremo de catexis al otro. En este proceso se confunden algunas cosas, y puede llegarse a crear una distinción entre el contenido manifiesto y el latente. Esta distinción, sin embargo, es otra indicación de que en todas las esferas de la vida psíquica el deseo es móvil y siempre se encuentra a punto para ser reformulado. La hipótesis inicial regresa pues, ya no en forma de significado oculto, sino centrada en la realización de un deseo inconsciente: ya sea un deseo amoroso, como ilustra el caso de Anna O. (Freud & Breuer, 1895), o de un deseo de venganza, como ocurre en el caso de Dora, en que Freud se convierte en el objetivo del retorno de la decepción y el odio (Freud, 1905). Dada la decisión de Dora de interrumpir el tratamiento, Freud se ve obligado a modificar su aproximación al fenómeno transferencial (M. Neyraut, 1974). Mientras
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