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que, hasta entonces, lo entiende como parte de la reproducción de estados psíquicos anteriores en forma de “copias” o “reimpresiones” – “las transferencias” derivarían de un tipo de “sublimación” que les permitiría hacerse conscientes –, de ahí en adelante la transferencia (en singular) hará referencia a ese aspecto de la relación analítica lleno de reminiscencias que escapan el habla y la subjetividad, pero que se materializan en un acto. De ahí que Freud, como ya apunta en el caso de Dora, dé tanta importancia a la interpretación de la transferencia, pues un esclarecimiento de esta modalidad de autorrealización alucinatoria puede garantizar el acceso a las zonas más opacas del aparato libidinal (Freud, 1905). En el post scriptum a este caso, Freud se culpa de no haber sabido reconocer e interpretar la transferencia paternal de Dora sobre él mismo, ya que ésta fue la causa de la inesperada interrupción del tratamiento. Más adelante, dirá que Dora utilizó la transferencia como forma de resistencia al análisis. En todo caso, destacará el papel de la transferencia homoerótica, es decir, el lugar crucial de la “otra” mujer. III. A. El desarrollo del concepto de Freud Según avanza la práctica analítica, la definición de la transferencia va adquiriendo más complejidad. En los escritos de Freud, el cambio del plural al singular ilustra la omnipresencia del fenómeno, y lo presenta acompañado de otro hallazgo (Freud, 1909, 1912, 1914, 1915, 1917a): que las transferencias, al dejar de ser “copias”, se convierten en “prototipos” de relaciones personales con figuras de la infancia, es decir, que lo que el paciente revive con el analista son impulsos conflictivos heredados de los vínculos con las imago parentales. Estas imago son amadas u odiadas, objeto de demostraciones de ternura y/u hostilidad, en transferencia positiva o negativa, y se manifiestan como una “neurosis recién creada y recreada” (Freud, 1917a, p.444) en el lugar donde el paciente coloca al analista, convirtiéndolo en el espacio mismo de la interpretación (Freud, 1912). En el “caso Ratman”, Freud (1909) ya había demostrado que la transferencia puede tener tanto sentimientos positivos como negativos, pero será en “Sobre la dinámica de la transferencia” (Freud, 1912) donde expondrá la primera definición teórica exhaustiva del fenómeno, dentro de la (primera) teoría topográfica. En este artículo, Freud plantea los siguientes puntos: 1. La transferencia emana de una parte del impulso libidinal que no se expresó y permaneció inconsciente; 2. La transferencia es omnipresente y no sólo se da en el curso del psicoanálisis, sino también fuera de él. La diferencia es que el psicoanálisis la convierte en objeto de estudio; 3. La transferencia es “el arma más poderosa de la resistencia” (ibíd., p.104); 4. La transferencia puede ser positiva o negativa; 5. La “transferencia positiva” puede dividirse en dos tipos: la transferencia de sentimientos tiernos, que es un “aliado inobjetable” del tratamiento, y la de tipo erótico, que requeriría una resolución interpretativa; 6. Un predominio de transferencias negativas representa un desafío para el funcionamiento del análisis; 7. Comprender cómo encajan los deseos/anhelos transferenciales del paciente en “el nexo
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