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complejo de Edipo se remite a las inclinaciones incestuosas y parricidas que tienen todos los individuos como resultado de su herencia arcaica. Freud afirma que debe existir una voz dentro de nosotros preparada para reconocer el convincente poder del destino en el Edipo. “Su destino nos conmueve únicamente porque podría haber sido el nuestro, porque antes de que naciéramos el oráculo fulminó sobre nosotros esa misma maldición.” (ibíd.). La fábula de Edipo es la respuesta de la fantasía a los “sueños típicos” (como asesinar al padre o casarse con la madre) y, así como los adultos los experimentan con repugnancia, la saga también debe provocar sentimientos de horror y autocastigo. En el Edipo rey de Sófocles, se hace pública la fantasía-deseo básica del niño como éste realiza en sus sueños; mientras que en el Hamlet de Shakespeare “permanece reprimida, y sólo averiguamos su existencia – las cosas se encadenan aquí como en una neurosis – por sus consecuencias inhibitorias.” (Freud, 1900, p.264) Sabemos que Shakespeare escribió Hamlet justo después de la muerte de su padre (en 1601). Esta inmediatez creativa nos permite aventurar que, mientras el escritor sufría la ausencia de su padre, volvió a experimentar sentimientos infantiles hacia él. También se conoce que uno de los hijos de Shakespeare que murió prematuramente se llamaba Hammet (un nombre casi idéntico al de Hamlet). (Ver Freud, “Los sueños de la muerte de personas queridas”, en La interpretación de los sueños , V, 1900). A Freud, las obras de Edipo y Hamlet le sirven de ejemplo para explicar dos aspectos presentes en la transferencia: por una parte, el impulso criminal y parricida de Hamlet quien, como resultado de la represión, lo convierte en un reproche hacia sí mismo; y, por otra parte, el destino inevitable y mortal de Edipo, quien intenta consumar el incesto y el parricidio. Freud, por lo tanto, vincula la tragedia de Hamlet al aspecto reprimido del complejo de Edipo, mientras que la tragedia de Sófocles hace referencia a otro aspecto: a lo que se ha disuelto, sepultado ( Untergang ), pero que, sin embargo, se manifiesta en el desarrollo de los acontecimientos para el trágico personaje. En la transferencia se experimentan ambos aspectos con la persona del analista, a través de síntomas, sueños y vivencias “reales”. Los sueños típicos de la muerte de personas queridas y los sueños de angustia, en los que se vence la censura, constituyen ejemplos paradigmáticos de la presencia de esta tragedia. Las pesadillas, en particular, indican que los mecanismos del sueño no han cumplido su función de preservar el sueño y, por lo tanto, los contenidos penosos acceden a la conciencia e interrumpen el sueño. En la resistencia transferencial, se aprovecha la presencia de contenidos penosos para interrumpir la tarea analítica. Freud considera que los sentimientos reales son el resultado del acceso de los contenidos penosos a la conciencia y, por lo tanto, cuando nos encontramos con el
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