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Bion piensa que la clase de transferencia que se da con pacientes esquizofrénicos refleja el conflicto entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, provocando que la relación con el analista sea “prematura” y “precipitada”, en la medida en que las pulsiones destructivas y el odio a la realidad interna y externa, pasan a un primer plano (Bion 1967 [1956]). Lo que el analista-arqueólogo descubre no son los vestigios de una civilización antigua, sino una catástrofe primordial arraigada a las deficiencias del vínculo temprano con la madre, además del temor sin nombre que se le deriva, reactivado durante la transferencia por los ataques a la capacidad reflexiva y por la tolerancia al dolor psíquico. La persistencia de la transferencia psicótica (ibíd.) contrasta por su falta de profundidad, su carga y su extrema variabilidad: cualquier cambio se refleja de forma indiferenciada en la transferencia, el acceso al significado se ve comprometido, incluso destruido por completo, por los ataques al vínculo que imposibilitan la concienciación y la vinculación con el objeto. Los aspectos sensoriales de la interpretación, la entonación de la voz y otras características materiales del marco, son utilizados por el paciente a expensas de la interpretación misma. Bion subraya que “los elementos de la transferencia se encuentran en ese aspecto de la conducta del paciente que traiciona su conciencia de la presencia de un objeto que no es él mismo. No se puede desestimar ningún aspecto de su conducta” (Elementos de psicoanálisis, 1963: p.69). Con la “grilla”, Bion elabora un sistema de “anotación y registro” de la experiencia analítica, definida como una experiencia emocional. De esta manera, la transferencia puede representarse como una de las categorías de la grilla y aportar información sobre el vínculo K (conocimiento) entre el analista y el paciente: un vínculo básico de la vida psíquica, junto con los vínculos L (amor, del inglés love ) y H (odio, del inglés hate ). En el sentido freudiano, la transferencia incluye, según Bion, las transformaciones “rígidas” relacionadas con “un modelo de movimiento de sentimientos e ideas de una esfera de aplicabilidad a otra” ( Transformaciones , 1965: p.19). “Los sentimientos e ideas apropiados a la sexualidad infantil y al complejo de Edipo son transferidos, casi sin distorsión, a la relación con el analista. Esta transformación no implica una mayor diferenciación” (Ibíd.). Estas transformaciones son específicas de la parte no-psicótica de la personalidad y hacen referencia a una “linealidad” que facilita distinguir lo que el paciente transfiere al analista. Cuando los mecanismos psicóticos vinculados a una catástrofe psíquica primitiva y a la parte más arcaica de la psique pasan a formar parte del análisis, se multiplican los planos de proyección y los ataques contra la función alfa – incluso contra todo el aparato psíquico, cosa que justifica el contacto con la realidad interna y externa –, generando perturbaciones y distorsiones de tal magnitud que hacen que se invalide la utilidad de este modelo lineal para el análisis clínico. Bion introduce la noción de “transformaciones proyectivas” para explicar estas formas de transferencia marcadas por estados de perturbación, indiferenciación e
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