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Otro aspecto importante de las reflexiones de Lacan sobre la transferencia, hace referencia a la técnica. Para Lacan, no hay una posición “meta” que el analista pueda ocupar en relación con la transferencia. Cuando el analizando escucha lo que dice el analista, lo escucha “en” la transferencia al analista, es decir, a través de la posición subjetiva determinada que él o ella pueda estar ocupando en el desarrollo del análisis. Esto desafía muchas ideas sobre la interpretación de la transferencia, especialmente cuando se hace desde una posición externa y privilegiada. También plantea una duda sobre la “disolución” de la transferencia a través de la interpretación. Para Lacan, la transferencia se da siempre que exista un “sujeto al que se supone saber”, es decir, siempre que aparezcan sentimientos de amor, odio e ignorancia frente a quienes atribuimos cierto conocimiento. Es por esta razón que surgen más fácilmente con maestros, figuras religiosas, médicos y psicoanalistas, a saber, con figuras parentales en posiciones de poder. Lo que distingue a los analistas, y diferencia la transferencia de la sugestión, es que el analista no abusa de la transferencia de su paciente. El marco del análisis permite que este supuesto conocimiento no se vea como una propiedad particular de un individuo, sino más bien como un conocimiento “en” el inconsciente, en el Otro, que puede descomprimirse y pasar a formar parte de la evolución del análisis. Lacan describe este movimiento como el sentimiento del analizando acerca del conocimiento del analista sobre sus síntomas, lo que pone en marcha el tratamiento y hace que éste cobre fuelle. Podríamos pensarlo como los aspectos imaginarios y proyectivos de la “transferencia positiva”: la alianza terapéutica. La neutralidad del analista ayuda a contener las preocupaciones angustiosas del paciente sobre el deseo del analista: ¿qué quiere de mí el analista?, ¿el analista me ama?, etc. Finalmente, el análisis transforma este enfoque sobre el deseo del analista en preguntas que hacen referencia a los deseos y fantasías del analizando; un trabajo que le preparará para enfrentar una serie de encuentros con las condiciones del deseo, únicas y singulares, de cada paciente. Cuando el paciente puede encajar que el analista no ocupa ese lugar elevado que le otorgó en la transferencia, el análisis puede finalizar. En realidad, el analista se convierte en el objeto amado y perdido (causa del deseo) y esto facilita que el paciente pueda separarse e individualizarse. Por lo tanto, la posición de Lacan sobre la terminación del análisis se aproxima a las nociones clásicas de “identificación” con la “función analítica”, o del “instrumento de análisis”, como el duelo, la elaboración y la capacidad de autoanálisis después de que haya finalizado el tratamiento. V. B. Lacan en los Estados Unidos Aunque no exista un grupo coherente de lacanianos estadounidenses, su trabajo es muy influyente en el mundo académico, donde algunos han señalado que el “enfoque psicoanalítico” es sinónimo de la aplicación del pensamiento lacaniano. Además, hay un pequeño grupo de psicoanalistas lacanianos practicantes y teóricos, cuya influencia no hace más que aumentar. Algunos de ellos representan la posición lacaniana más
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