Diccionario enciclopédico de psicoanálisis de la API

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El analista percibe estas alteraciones e infiere las que pertenecen al paciente. Cuando estas experiencias actuales desbordan los límites del encuadre e invaden el yo coherente, es cuando finalmente revelan su naturaleza sexual incestuosa. La transferencia siempre está presente, pero se revela en la situación analítica y se emplea para interpretar la experiencia: es inevitable. Por otro lado, la transferencia a la persona del analista surge de los niveles profundos, tiene que “detectarse casi sin asistencia”, lo que requiere que el analista esté preparado para que estas “pequeñas pistas continúen actuando”, para así poder interpretarlas y/o construir lo que está sucediendo hic et nunc , siempre tratando de evitar el riesgo de las inferencias arbitrarias. Con esto en mente, Freud advierte del peligro de la incompetencia y de una especie de “delirio autorreferencial” por parte del analista, puesto que ambas cosas podrían obstaculizar los efectos de las interpretaciones y/o construcciones. El concepto de “la persona del analista” corresponde definirlo en función de su ocupación, es decir, del papel que desempeña con el paciente, quien exterioriza sus fantasías y, a medida que se desarrolla el análisis, no puede evitar despertar y hacerse consciente de ellas como algo “actual”. Lo que fue enterrado y se volvió letárgico, actual, es decir, aquello que nunca constituyó una experiencia personal, gracias al desarrollo del análisis provoca afectos y palabras en el analista en términos de experiencia (Erlebnis) y el analista entonces infiere que esto existe en el analizando. El analizando, por su parte, construye una “representación teatral”, por así decirlo, que es parte de la tragedia de la que ambos son personajes principales. Debe señalarse que cuando se dice construcción, se hace referencia a la construcción del acto – “akt” – que se infirió del afecto, la ansiedad, el silencio o la letargia que aparecen con la experiencia – Erlebnis – y de las ideas que se le ocurren al analista, quien más tarde es capaz de describir la escena trágica exhibida en lo “real” de la sesión. Esto no es lo mismo que la reconstrucción histórica, que puede hacerse más tarde, a posteriori. La neurosis de contratransferencia constituye un obstáculo para el analista, mientras que la contratransferencia, entendida como parte de la pareja transferencia- contratransferencia, es un elemento de gran valor para el trabajo clínico. Freud señala la resistencia que acompaña la emergencia de las principales transferencias de imago parentales, cuyo desarrollo es inevitable en el análisis y que, a menos que se resuelvan e interpreten satisfactoriamente, se convierten en un “amor de transferencia”, es decir, una tragedia que puede destruir el tratamiento. Esto es lo que pasó en el caso emblemático de Anna O., una paciente de Breuer, quien, debido a su resistencia a reconocer la etiología sexual de la neurosis, terminó su colaboración con Freud. Esta resistencia, generada por la neurosis de contratransferencia, retrasó el desarrollo de la terapia analítica en su primera década. Tener en cuenta las “transferencias sexuales fundamentales” requiere definir la posición teórica con respecto al complejo de Edipo, el cual tiene dos estructuras

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